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Sáb. Jun 1st, 2024
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Punto de vista
 

Por Matthieu Le Quang. Politólogo

El 2015 es un año fundamental a nivel político porque se están definiendo los temas en disputa para las elecciones de 2017 en una coyuntura larga marcada por el debate alrededor de las enmiendas constitucionales y sobre todo por una situación económica difícil cuyas causas derivan de un escenario internacional caracterizado por, entre otros elementos, la baja de los precios del petróleo y la apreciación del dólar frente a las otras monedas. Estos dos últimos puntos son particularmente sensibles para el sistema económico ecuatoriano por su estructura productiva y su esquema monetario.

Por una parte, la oposición al Gobierno Nacional se esfuerza en construir una Unidad Nacional, dejando de lado las diferencias ideológicas, con el fin de derrotar al presidente Correa en las elecciones de 2017 -si este último decide presentarse. Esto haría realidad el viejo sueño del neoliberalismo, el del fin de las ideologías, como si el neoliberalismo no sería una. Este campo de oposición está dividido por una disputa de liderazgos mirando las elecciones presidenciales (Rodas/Carrasco versus Lasso).

Pero lo más difícil de visualizar es el programa común de esta Unidad Nacional más allá de los principios como las libertades o la defensa de la democracia. Es mucho más fácil unirse en contra de un proceso político que a favor de un mismo programa político en el cual las diferencias políticas pueden reaparecer rápidamente.

Pero es evidente una contradicción cuando al mismo tiempo que se está formando esta unidad nacional post-política, la discusión en torno a las salvaguardias pone en el centro del debate las diferencias ideológicas entre el Gobierno de la Revolución Ciudadana con los sectores económicos y las oposiciones políticas. En efecto el descontento de las diferentes cámaras y de ciertos sectores políticos de oposición se concentra en el modelo económico que implementó el Gobierno Nacional durante estos ocho años insistiendo en que la predominancia del Estado a través de la inversión pública y la regulación no constituye el sistema adecuado para manejar bien a la economía.

Estas críticas demuestran un desconocimiento de las dinámicas económicas de un mundo cada vez más globalizado en el cual la crisis de una región tiene repercusiones en las otras partes del mundo. Adicionalmente, buena parte de los sectores opositores no asume su responsabilidad histórica de haber impuesto la dolarización en el Ecuador en 2000, de la cual el Gobierno actual no es responsable. En vez de esto, estos sectores prefieren insistir en el tema de las libertades a través de la lucha contra la intervención y regulaciones del Estado y a favor de la libertad de consumo. Como si la mano invisible y el mercado dejarían toda la libertad a los seres humanos para consumir lo que quieran.

Varios estudios académicos en el mundo han demostrado que esto no es verdad. El consumo de los individuos está muy vinculado a las imágenes y los deseos creados por la publicidad y el marketing que imponen determinada visión de la sociedad y de la vida. En otras palabras, podríamos llamar esto las necesidades innecesarias creadas por el capitalismo y sus herramientas de dominación sociales y culturales.

El estatus del consumo en nuestras sociedades fue analizado por Richard Easterlin, en 1974, que dio su nombre a la paradoja de Easterlin: un alza del PIB no se traduce necesariamente en un incremento del bienestar. Solo los miembros de la sociedad que perciben un aumento de sus ingresos más rápido que el de los otros ven su satisfacción aumentar.

Entonces la satisfacción de un individuo depende de la evolución de sus ingresos relativos, es decir de la relación entre la progresión de sus ingresos y la de los otros. Es nuestro apetito de distinción, nuestra preocupación de tener siempre más -y más que los otros- que nutriría el fuego del consumo y entonces de la producción.

Entonces un debate político en torno a la medida de las salvaguardias que es puntual (pero necesaria) no debería ir solo direccionado hacia una política regulatoria para sustituir importaciones, potenciar la producción y el consumo local.

Estas medidas deberían ser acompañadas de una revolución cultural y de la toma de conciencia de otro patrón de consumo que sea diferente al del capitalismo para no ser víctimas del éxito de haber sacado a mucha gente de la pobreza y entonces tener la mayor clase media de la historia de Ecuador. El fin de la disputa de las ideologías no ha llegado todavía.

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