El italiano Nicola Rizzoli marca el final del partido y el silencio que vivió el Maracaná en 1950 queda sepultado por un grito desgarrador. Alemania se acaba de consagrar campeón en el Mundial Brasil 2014. No, definitivamente no. El mítico estadio no luce repleto de europeos felices por el título, sino de brasileños que festejan el triunfo de su verdugo. Todo, cierto está, porque la Argentina fue el rival.
El recuerdo del 7-1 parece haber pasado rápidamente por la cabeza de los brasileños. Al menos, de aquellos que se acercaron al estadio para vivir la gran final. Sin rodeos, e incluso antes del partido por el tercer puesto ante Holanda, era un moda local comprarse la camiseta del seleccionado europeo que los había humillado hacía unas horas. Sólo importaba que la selección albiceleste no se corone aquí.
“Encima que pagamos la Copa, no se la va a llevar la Argentina”, dice uno de trabajador en los pasillos del estadio. Está claro: el apoyo no será para Brasil -que no llegó- ni para Alemania -el otro finalista-, sino en contra de Lionel Messi y compañía. La entrada en calor de los equipos fue otro claro ejemplo. Cuando ingresó el equipo argentino, y pese al aliento de un buen número de hinchas, los silbidos opacaron cualquier otra manifestación popular. Sólo se escuchó un aplauso unánime en el momento que fue nombrado la Pulga en la formación argentina.
Esta tarde tenemos que ganar. Si no cantamos todo, parecemos brasileros. El repertorio argentino, luego del otro emotivo himno, se vio ahogado en cada intervención por los abucheos del resto del estadio, completo mayormente por locales y un número menor de alemanes. No conforme con eso, y en los primeros minutos de partido, el ole, ole, ole bajabas de las tribunas en cada dominio europeo.
Únicamente sacaron el foco de la Argentina para apuntar contra la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Un sector del estadio, al igual que en el partido inaugural, entonó en portugués: Dilma, que te den por el culo.
El partido de los locales se fue apagando con el pasar de los minutos. En el alargue, eran los alemanes y argentinos los que le daban marco mundialista al encuentro, mientras los brasileños parecían haber dejado sus expectativas al azar. Sólo una cosa los podía despertar y lo hizo. Esa puñalada que acarició la red para llenar de lágrimas los corazones de millones de nosotros. Allí. Sí, justo allí. Cuando la Argentina caída con dignidad, saltaron de sus asientos para festejar un gol ajeno. Luego, el descontrol: Mil goles, mil goles, mil goles, sólo Pelé, sólo Pelé, sólo Pelé; Maradona aspirador.
Luego de 64 años, el Maracaná volvió a premiar a un nuevo campeón del mundo. Esta vez tampoco fue Brasil el que se alzó con la Copa. Aunque sus hinchas tuvieron revancha: claro, con los colores alemanes.
Fuente: La Nación.Ar.
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