Al menos tres condiciones graves tienen síntomas que coinciden con las características del vampirismo: fotosensibilidad, insomnio y agresividad física.
Los vampiros son criaturas fascinantes y temibles, a partes iguales, que han capturado la imaginación desde los primeros reportes de sus apariciones, tanto en las leyendas como en la literatura, el cine y la televisión.
El más famoso de todos es el conde europeo Drácula, pero está también el asanbosam con colmillos y garras de hierro del folklore africano y el manananggal de las Filipinas.
La aversión al ajo y a la luz del sol, y la capacidad de transmitir su condición con una mordida parecen ser los elementos recurrentes. Examinándolos de cerca, estas señales de la maldad del vampiro parecen más bien síntomas de tres enfermedades relativamente raras: la porfiria, la rabia y el pelagra, afirman los doctores Roderick Maas y Philip Voets, de la Universidad Radboud de Nimega, en los Países Bajos.
Ellos publicaron en 2014 las conclusiones de su investigación.
Porfiria: anemia crónica y aversión por la luz solar
La asociación entre vampirismo y porfiria, dicen Maas y Voets, es probablemente la más famosa. La porfiria es el nombre que agrupa varios desórdenes. El factor en común es la falla en una de las enzimas involucradas en la síntesis de las proteínas del grupo hemo, entre las que está la hemoglobina.
El vampiro desde la perspectiva médica, ¿mito o enfermedad?
Como consecuencia, se acumulan la toxina porfirina en varios órganos, dependiendo del subtipo de la enfermedad. La porfiria congénita eritropoyética, o enfermedad de Günther, es la que se asocia con el vampirismo. Produce una pronunciada hipersensibilidad a la luz y anemia hemolítica crónica.
¿Qué hay de la aversión al ajo? Esto puede deberse a que los compuestos de esta planta pueden empeorar la degradación de las proteínas hemo, exacerbando la anemia.
La luz solar hace que las porfirinas acumuladas reaccionen, causando daño severo a la piel. Las infecciones y la reabsorción del hueso dejan cicatrices y deformidades en las partes del cuerpo expuestas al sol.
Las toxinas no solo se acumulan en la piel, sino en los huesos y los dientes, provocando la eritrodoncia o la decoloración roja de la dentadura, que algunos tal vez vieron como confirmación de que el paciente chupaba sangre.
Pero un paciente de porfiria no mejoraría consumiendo sangre, y tampoco tiene el impulso de hacerlo
Rabia: ataque viral al sistema nervioso central
La asociación entre vampirismo y rabia se describió por primera vez en 1733, dicen Maas y Voets. Una persona que no era médico, el teólogo Agustín Calmet, escribió que la gente que moría de rabia podía “volver como vampiro”.
La rabia, causada por un virus que se transmite por la saliva animal, es una enfermedad que se disemina rápidamente por el sistema nervioso periferal. Después de una fase con fatiga y molestias, se presenta la forma paralítica o la encefalítica. Esta última, la más frecuente y conocida, es la que produce furia, hidrofobia, espasmos musculares, insomnio y conducta agresiva e hipersexual.
No es de extrañar que una de las formas de librarse de un vampiro sea echarles agua bendita, a ellos o a sus ataúdes. La hidrofobia causa espasmos y tos con solo ver el agua. El propio reflejo es insoportable (por eso el vampiro no puede verse en el espejo).
El deseo de morder, como forma de transmitir el virus, es muy similar a la obsesión del vampiro de morder a una persona tras otra. Y el insomnio es señal del daño neuronal que causa la rabia.
Pelagra: una grave deficiencia vitamínica
Una deficiencia de vitamina B da lugar a las cuatro D de la pelagra; dermatitis, diarrea, demencia y (sin tratamiento) deceso. La fotosensibilidad es una marca de este trastorno. La piel se llena de lesiones, se inflama, y en la enfermedad avanzada hay engrosamiento de la piel (hiperqueratosis) e hiperpigmentación, sobre todo en el cuello y en el dorso de las manos.
La lengua también se lesiona, sangra y pierde las papilas, volviéndose lisa y seca. No es difícil imaginar la impresión en los primeros testigos de este síntoma: vieron colmillos llenos de sangre.
Enfermedad, cultura e imaginación
Que los síntomas provengan de tres enfermedades por separado no quita fuerza a estas explicaciones, dicen Maas y Voets. “Varias criaturas con apariencia, habilidades y comportamiento similar se han descrito independientemente en culturas de todo el mundo. Aunque pudiese ser coincidencia, las semejanzas apuntan a una fuente de inspiración común, una condición médica vista en todos los puntos del planeta”.
Otras influencias, como el avistamiento de animales salvajes, creencias y tradiciones locales, podrían haber puesto las pinceladas que les faltaban a la creación de los vampiros, haciéndolos ligeramente diferentes de región a región.
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