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Dom. Jul 7th, 2024
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Los enanos de jardín son quizás el mayor cliché asociado a los alemanes, incluso antes de las patatas, el exceso de velocidad en las autopistas y los calcetines con sandalias.

Porque, en este país, estos particulares gnomos retozan entre los parterres de los bonitos jardines delanteros, a los pies de los columpios de Hollywood o junto al huerto de colinabos.

A veces se los encuentra de pie de forma burguesa y laboriosa con una carretilla, y otras, de forma frívola y vergonzosa con el trasero desnudo.

Estos pequeños hombrecitos (y más raramente, mujeres) de yeso, arcilla, cerámica o simple plástico gozan para algunos de un verdadero estatus de culto.

Para otros, en cambio, los enanos son la encarnación del filisteísmo. Son ridiculizados y objetos de burla, al igual que sus propietarios.

Y su tradición es de larga data. Los gnomos acompañaron desde siempre a los seres humanos en las leyendas, los cuentos de hadas y los mitos como aplicados ayudantes con acceso a ricos tesoros y poderes mágicos. Ya en la Antigüedad griega, por ejemplo Homero y Hesíodo informaron sobre el pueblo agrícola de los pigmeos.

Las figuras que se erigen en los jardines principescos existen desde la época barroca. En el Jardín de los Enanos de Salzburgo, por ejemplo, las figuras de mármol blanco tienen más de 320 años.

A finales del siglo XVIII, los gnomos ya estaban muy difundidos. Johann Wolfgang von Goethe, el gran poeta de Weimar, escribió en el poema épico “Hermann y Dorotea” sobre un jardín con sus “coloridos gnomos” que era famoso “en toda la región”.

Por su parte, los hermanos Grimm y sus cuentos de hadas (1812), como “Blancanieves” o “El Enano Saltarín” (Rumpelstilzchen), fueron los siguientes en conducir a los gnomos a su senda consagratoria.

“Los enanos tuvieron su mayor apogeo en la época entre 1870 y 1920”, escribió la investigadora cultural de Ratisbona Esther Gajek en un ensayo.

Esta manía, detalla Gajek, fue provocada por la ola de cuentos de hadas del Neorromanticismo. Hacia finales del siglo XIX, los primeros enanos de jardín se produjeron de forma masiva en Gräfenroda (Turingia) y sus alrededores, y se ofrecían hasta en el Reino Unido.

Los pasos para su fabricación son inicialmente múltiples. En un trabajo manual, se vierten las figuras en formas, que luego se secan, hornean, pintan y laquean.

“Algunos enanos se componían de diez piezas individuales (delantal, barbas, pipas, etc.) con sus respectivas propias formas”, indicó Gajek.

Durante mucho tiempo, los enanos de jardín fueron considerados accesorios reconocidos de las clases sociales altas. Hoy en día, los gnomos de plástico en particular, que comenzaron a aparecer alrededor de la década de 1960, dominan la imagen kitsch.

Según puntualiza la Asociación Internacional para la Protección de los Enanos de Jardín en Basilea, Suiza, los verdaderos enanos de jardín llevan -ya sea con rasgos masculinos o (a estas alturas también) femeninos- una gorra puntiaguda y realizan “una actividad amistosa o beneficiosa para la naturaleza”.

Y son de materiales naturales, como arcilla, barro o madera. En tanto, sus colegas de plástico no son considerados como auténticos enanos de jardín.

Pero no solamente dentro de las fronteras de Alemania son codiciadas estas pequeñas figuras: durante la primavera de 2021, el Reino Unido se quedó sin stock. Porque, durante la pandemia de coronavirus, se volvió tan popular dedicarse a los jardines que también los enanos se convirtieron en un bien escaso.

DPA

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