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Dom. Jul 7th, 2024
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Columnista-Opinión – Carlos Fajardo

@CarlosFajardila

En este, el país de los escándalos, el de los titulares brutales, el de las chivas que se agolpan y, sin permitirnos digerir las realidades que revelan, se suceden una tras otra, la prensa ha estado en el ojo del huracán en los últimos días.

Destaco tres noticias.

PRIMER EPISODIO

No hace mucho se revelaron impactantes nuevas acerca de sucesos que habrían acontecido en la intimidad del Palacio de Nariño, a una importante funcionaria de la Presidencia de la República, la señora Laura Sarabia, le habrían sustraído una suma en dólares que guardaba, al parecer fruto de viáticos que habría recibido por sus desplazamientos internacionales para acompañar al propio Presidente.

Con inusitada rapidez aparecieron “testigos anónimos” y no tan anónimos para generar dudas, por una parte, frente al monto del dinero robado, como también a su origen. En efecto, se habló inicialmente de siete mil dólares que se guardaban en una cartera, posteriormente la suma subió a 150 millones de pesos ocultos en una maleta y finalmente, en un impactante titular de Vicky Dávila, ascendió a tres mil millones de pesos depositados en tres pesadas maletas. Ese dinero inicialmente se dijo que pertenecía a la funcionaria Laura Sarabia, finalmente llegaron a decir que eran un guardado que la citada funcionaria le tenía a Gustavo Petro.

Se reveló un potente conflicto entre Laura Sarabia y el embajador en Venezuela, Armando Benedetti. El presidente decidió cortar por lo sano y prescindió de los servicios de los dos altos funcionarios.

Concomitantemente, en forma sistemática se abría otro frente noticioso: La niñera comprometida en el robo, la misma que habría confesado haber sustraído la suma luego de ser sometida a un detector de mentiras ya no era una simple ladrona, ahora era una víctima del abuso cruel de unos funcionarios que con cada avance noticioso eran cada vez menos funcionarios y más delincuentes y en tanto que la señalada institutriz más heroína.

El Fiscal General, haciendo uso de su gran habilidad para hacer declaraciones altisonantes, muy en aprovechamiento de la oportunidad, criticó el uso del polígrafo y anunció, desde su olímpico cargo, rayos, truenos e investigaciones exhaustivas para aclarar, hasta las últimas consecuencias, las minucias del tenebroso escándalo.

De titular en titular, metódica e inclementemente, la revista Semana originaba y salpimentaba sus acusaciones escandalosas. A eso coro se unían Blue Radio, la W y, poco a poco, la “gran prensa” iba reclamando su parte del trofeo. De las redes sociales ni se diga. Tirios y troyanos se enfrentaban a diario, los unos atacando al gobierno, tachándolo de dictadura y los otros defendiéndolo y atacando el cuestionable ejercicio informativo.

En medio de esa confrontación se produjo un hecho lamentable: El oficial a cargo de la seguridad de la Presidencia, coronel Dávila, asediado por los medios y por las citaciones a declarar generadas por las altisonantes declaraciones del Fiscal, las sospechas cuidadosamente sembradas entre la opinión pública por la prensa y las declaraciones de ciertos políticos de oposición, apareció con un tiro en la sien en una camioneta oficial asignada para sus desplazamientos.

El escándalo creció, las conjeturas respecto de su muerte empezaron a circular, que no había sido un suicidio, que había sido un crimen de estado y que el responsable era el propio presidente. Sin ningún rubor, a los pocos días, en el curso de una marcha de la llamada oposición inteligente, aparecieron carteles y consignas denunciando lo anterior ya no como una conjetura sino como un hecho.

Fue justamente en ese momento culmen de la crisis cuando surge otro titular de la Revista Semana en el que se difunde con el sustento vaporoso de la presunta declaración de un testigo anónimo que la plata robada por la niñera no habían sido 7 mil dólares sino más de tres mil millones y que ya no era una cartera, ni una maleta, sino tres maletas llenas de billetes, plata mal habida, por supuesto, que pertenecía al Gustavo Petro.

Llamativamente aún en este escenario la niñera seguía siendo la víctima…

En medio de la fingida indignación de algunos y el creciente escepticismo e incredulidad de la opinión pública ante la magnitud de las acusaciones y la debilidad de las pruebas, el ruido poderoso y la algarabía de la “gran prensa”, las voces que llamaban a la sensatez empezaron a ser escuchadas un poco más.

Días después, luego de una larga espera, la Fiscalía hizo un pronunciamiento contundente: La muerte del Coronel Dávila había sido, tal como se había dicho desde un comienzo hasta en declaraciones del propio presidente, un suicidio.

Luego de una minuciosa exposición de diferentes expertos de la Fiscalía ataviados con batas blancas en la que explicaron hasta la saciedad las razones que los llevaban a concluir como cierta la hipótesis del suicidio, se cerró la investigación por la muerte del Coronel Dávila. En conclusión, pues, fue un suicidio. El infame mensaje que responsabilizaba de su muerte a Gustavo Petro quedó como un ejercicio vil e impune de manipulación y calumnia. Un ejemplo más de la aplicación con ahínco de aquella fórmula Goebbelsiana que Laureano Gómez, gran enemigo del cambio y de todo lo que le oliera a liberal y progresista, exponía en los siguientes términos “Calumniad, calumniad que de la calumnia algo queda”

¿Quiénes están detrás de eso? No hay que esforzarse mucho para establecerlo. Generaron un ruido mediático en torno a conjeturas asqueantes para atacar al actual gobierno de los colombianos. Utilizaron la lamentable decisión de una persona agobiada por sus vivencias, las presiones y la angustia para atacar venenosamente y desacreditar al presidente. Revictimizaron a su familia. Canallas.

Ese abuso terrible quedará impune. No tienen límites, la experiencia nos ha demostrado que en el fragor de la política en este país más que en cualquier otro no caben los escrúpulos ni la ética, la empatía está ausente. Para la actual oposición, los actuales huérfanos del poder, cualquier recurso, hasta el más rastrero, es válido en su propósito de recuperar el poder que malversaron.

Movilizaron 90 mil personas en todo el país con mentiras. Con mentiras consiguieron 90 mil firmas en contra de la reforma a la salud. Con truculencias, jugarretas, exageraciones e imprecisiones consiguieron hundir la reforma laboral. La misma estrategia se promueve en contra de la reforma pensional.

Esa misma metodología fue la que utilizaron en otro momento para ganar por exiguo margen el referendo que se inventó Juan Manuel Santos para confirmar el acuerdo de paz arduamente logrado, después de difíciles y largas conversaciones en la Habana con las FARC. ¿Lo recuerdan?: Le iban a entregar el país a la guerrilla, nos íbamos a convertir en una nueva versión de la Unión Soviética, una Cuba continental…

“La paz si, pero no así” fue el pegajoso estribillo de la derecha recalcitrante y guerrerista para desvirtuar ese gran esfuerzo de país.

Esa misma técnica utilizaron en la consulta anticorrupción y con mensajes en todos los medios a su alcance, declaraciones de importantes políticos con rabo de paja y críticas artificiosas lograron que la misma no consiguiera el umbral que convertiría en normas los postulados que se ponían a consideración de la ciudadanía.

Nuevamente la prensa, la infaltable prensa, no toda, pero si la “gran prensa” tuvo mucho que ver en la desinformación y el montaje

SEGUNDO EPISODIO

Los colombianos amanecieron hace pocos días con la noticia de que unos periodistas, unos heroicos corresponsables de guerra, habían sufrido heridas luego de un ataque con misiles perpetrado por el ejército ruso contra una ciudad de Ucrania y que había afectado una zona de la ciudad donde presuntamente se hallan acantonadas tropas mercenarias y altos mandos del ejército de ese país en guerra con Rusia.

Pues bien, los “periodistas” habían ido a degustar una comida en un restaurante en la zona objetivo y por fortuna no habrían sufrido sino leves lesiones luego del cruento ataque que les costó la vida a varias personas (Incluso niños, informaba dolorosamente la prensa).

Al final de la noticia se podía observar a manera de conclusión un hashtag #ResisteUcrania…Esa misma consigna se observaba en las prendas deterioradas de los presuntos héroes.

¿Entonces eran periodistas o estaban ejerciendo como periodistas, o más bien eran activistas en favor de uno de los actores de esa guerra? ¿Acaso el ejercicio de la corresponsalía de guerra no debería ser neutral?

Nuevamente la manipulación y la desinformación en toda su magnitud: Van a Ucrania como activistas, no como periodistas…De ahí el hashtag que utilizan. No son reporteros de guerra, son propagandistas gratuitos de un régimen, son armas desinformativas con un enfoque parcial y sesgado del conflicto. No son informadores, son combatientes y si son combatientes, en este particular caso mercenarios, ¿no son objeto lícito de ataque?

La embajada rusa publicó un mensaje donde cuidadosamente ponían de relieve que los citados personajes se encontraban en un área de combate. Sugerían, palabras más, palabras menos, que, por seguridad para los ciudadanos colombianos, en caso de que decidieran darse una pasada por Ucrania, no visitaran zonas potencialmente objeto de ataques y enfrentamientos, pues al fin de cuentas allá había una guerra y no era prudente ni saludable ponerse en el camino de las balas.

Al mensaje de los diplomáticos del país europeo la “gran prensa” respondió con cajas destempladas. Ataque cobarde, aullaron. El propio presidente Petro hizo la exigencia a las autoridades rusas de explicaciones adicionales.

TERCER EPISODIO

En un ejercicio aparentemente casual y espontáneo un periodista estadounidense se encuentra con un expresidente colombiano en una de las calles de Washington. Lo aborda y comienza a hacerle preguntas comprometedoras respecto a la financiación de su campaña con dineros del narcotraficante Ñeñe Hernández.

Duque, en forma aparatosa y visiblemente molesto, le responde de cualquier manera mientras camina con destino desconocido acompañado de un sujeto y de tres menores adolescentes, en algún momento haciendo uso de términos francamente soeces. El periodista, lo graba todo. Toda la interacción se sube a redes sociales.

En Colombia algunos especímenes de la “gran prensa” salen a protestar por la forma como se abordó al expresidente, es un irrespeto, dicen, un ataque cobarde, aúllan. Se vulneró el derecho al desarrollo de la libre personalidad de las meninas que acompañaban al exfuncionario.

Nada dicen de sus respuestas, de los cuestionamientos que el periodista hace al expresidente, de las actuaciones cuando menos extrañas de la justicia para archivar con ligereza las investigaciones de la financiación de la campaña de Duque. Campaña en la que, el ahora expresidente, apeló a toda clase de promesas, las mismas que hizo a un lado cuando ejerció su cargo durante los cuatro nefastos años de su mandato constitucional.

Una hábil salida por la tangente, otro ejercicio de manipulación y sesgo, otro insulto a nuestra inteligencia.

Aquellos interrogantes que nunca en directo se habían atrevido a hacerle al señor Duque en las múltiples entrevistas que le hicieron cuando era presidente o a los que respondía este con caricaturesco ingenio, parafraseando a un conocido personaje, ¿De qué me hablas, viejo?, los había hecho en unos pocos minutos un periodista extranjero en un país donde, para bien o para mal, la prensa nos da siempre lecciones poderosas.

¡Ataque cobarde asaltar la buena fe de un pueblo que creyó en las propuestas que desechó cuando se cruzó la banda presidencial!

¡Ataque cobarde bombardear campamentos de adolescentes secuestrados por la guerrilla!

¡Ataque cobarde matar, torturar y desaparecer jóvenes indignados!

¡Reconocerle a IVAN DUQUE su gran desempeño como ficha de la narcomafia, su explosivo actuar para desactivar jóvenes armas de guerra, su letalidad para reprimir la indignación ciudadana, su capacidad para expoliar el presupuesto y su corrupta gestión en la pandemia, no es un insulto!

Tres momentos sucesivos, tres apenas de muchos ejemplos que a diario se presentan y que la prensa colombiana nos ofrece con generosa diligencia, en los cuales se evidencia su ejercicio como urdidora y detonadora de escándalos, como manipuladora de información, como propagandista no como informadora, como activista no como periodista.

El ataque al actual gobierno, elegido por una mayoría incontestable de colombianos, pese a la difusión de calumnias, información sesgada o descontextualizada, el pretendido uso de consignas políticas como información, el espionaje ilegal de las campañas que hacen palidecer el escándalo de Watergate, pero también contrastan en forma muy comprometedora a nuestros periodistas de postín con aquéllos que revelaron en su momento uno de los más grandes escándalos de la política estadounidense, al punto de provocar la caída de Richard Nixon.

¡Qué lección de rigurosidad, de objetividad y de buen periodismo!

La esperanza de cambiar el rumbo de este país, sacarlo del camino brutal e inexorable hacia el abismo, redirigirlo hacia la viabilidad mediante un esfuerzo reformista está en juego. ¿Permitiremos que fracase? ¿Dejaremos que la ilusión naufrague en un lodazal de violencia?

Una Colombia enferma de inequidad, impunidad, injusticia, corrupción, politiquería, manipulación, mentiras y violencia, una patria enferma, una sociedad discriminadora e inviable nos grita desde las esquinas, los semáforos, las veredas. Ya no quedan dudas de que existe una criminal confabulación en contra del gobierno popular ¡Defendamos el Cambio!

#ALaCalle

Sergio David Pérez Montañez
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Por Sergio David Pérez Montañez

Soy un periodista apasionado del deporte que busca informar sobre todo lo que pasa en Latinoamérica y el mundo.

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