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Columnista- Opinión: Carlos Fajardo

X  “Fastidiardo”

El racismo no es aceptable ni siquiera tolerable, tampoco lo es la mentira ni, menos aún, la violencia que entrañan ni la que provocan.

Antes de engancharnos en una confrontación de atributos, debemos poner en primer plano las causas de todas esas expresiones, más que controvertibles, vergonzosas y bochornosas de la Colombia de los clubes y los amplios salones en contra de la Colombia profunda, amarga y ancestral.

Así como no es aceptable que un grupo de personas llegue a las vías de hecho, tampoco lo es el que se use una máscara caricaturesca de periodismo para difamar, ultrajar, señalar y exponer injustamente a otros ciudadanos.

Siembra odio y cosecharás violencia.

Siembra vientos y recogerás tempestades…

Vía de hecho es también la apelación sistemática a la mentira, la exageración, las verdades a medias, la calumnia y difamación. Vía de hecho es el uso de expresiones deshonrosas como “chusma”, “borregos” para referirse a los más vulnerables en general, pero en este caso particular a los pueblos indígenas.

La protesta de la Minga en las instalaciones de Semana no está dirigida únicamente a ese medio, que tristemente pasó de ser una catedral del periodismo en sus más de cien años de existencia, por la que han pasado plumas formidables que han marcado hitos en la historia de esa noble profesión en el país.

La protesta y el rechazo popular está dirigido a todo el periodismo de titulares y clics, al amarillismo, a los mercenarios de la información, a los secuaces de los que hicieron de este país un eterno dominio del subdesarrollo, de la violencia, de la inequidad, del supremacismo, de la discriminación, de la miseria y del hambre, uno de los países más corruptos del mundo, un hediondo lodazal de sangre.

El periodismo debe rechazar a quienes se saltan las reglas éticas y mancillan no sólo la honra de sus víctimas, sino la dignidad de su noble profesión.

Señalar, discriminar, pordebajear, humillar y/o tolerar la humillación, el señalamiento y la discriminación de nuestros pueblos ancestrales es también racismo y oportunismo.

Violencia mediática dosificada, consuetudinaria, que normaliza un mensaje discriminador, insultante, degradante, de la expresión popular. Un incendio permanente y corrosivo, una provocación indignante.

En eso se especializó Semana.

No se provoca la furia del buey manso.

La Colombia profunda, ancestral, amarga se expresó en contra de quienes difaman, ultrajan, menoscaban y deforman monstruosamente su sentir, su pensamiento, su existencia.

Probablemente no sea justificable la apelación a la violencia, pero es fácilmente explicable.

Hasta un candidato, adivinen cuál, si, claro que sí, el eterno candidato camaleónico que ha vivido a la sombra de su padre, sale a dar declaraciones denunciando el ataque monstruoso de los indígenas a una de las instituciones del periodismo colombiano, sin reparar en algo más que en los hechos bochornosos protagonizados por algunos miembros de la Minga, pero no en las causas de dicha reacción, sin hacer mención a la continua degradación del discurso en contra de los pueblos ancestrales y en general de las personas y familias más vulnerables a quienes , en sus clubes, denominan “chusma”.

Esa asqueante simplificación que no trasciende del fenómeno y subvalora y elude un análisis sensato y útil de sus causas, es también una forma de estigmatización, es una concesión a la contraparte incendiaria y asesina y un insulto a nuestra inteligencia.

¿Pero es que acaso se podría esperar algo de ecuanimidad en el señor Carlos Fernando Galán Pachón?

Ud., Galán, revela su superficialidad, su sesgo autoritario y racista, su alineamiento en contra del sentir popular.

Ud., camaleón, se revela como punto de encuentro de neoliberales, depredadores y rémoras del erario. Su expresión simplista e intolerante con la indignada manifestación de la minga contrasta con su insultante silencio cuando particulares disparaban, al resguardo de la policía, a los jóvenes que protestaban.

Ni qué hablar de las declaraciones del Jefe de la Policía que justificó la respuesta criminal de algunos de sus subordinados en contra de la ciudadanía durante el mítico “estallido social” del 2021, mucho menos del burócrata que permitió y ensalzó el bombardeo indiscriminado de bases de insubordinados que tenían reclutados y secuestrados a menores de edad o a quienes cometieron la masacre del Remanso, el mismo que trató de desviar la atención de su actuar inventándose hackeos al minDefensa y avaló el pago de recompensas por la muerte de unos que estaban más vivos que los vivos que cobraron la millonada.

Pero Semana no sólo señala, pordebajea, enloda y mancilla las expresiones populares, enquistada en su odio clasista difama y entrampa, manosea y manipula la información, descontextualiza, urde, fabula e incendia. Como toda la prensa mercenaria también oculta lo que sus mentores perpetran, desvía la atención de los hallazgos, esos sí documentados y pletóricos de pruebas, de la JEP como la confirmación de la existencia de los hornos crematorios en la frontera con Venezuela.

La justicia camina con lentitud, casi a rastras, soportando dilaciones, embustes, testimonios amañados, desaparición de testigos. Pero su ruta sigue implacable la huella de los asesinos, de los corruptos, de los venales y de los viles. Ya salió el avejentado asesino a dar sus explicaciones contra evidentes ante la prensa.

Contrasta la atención masiva que le prestan los medios hegemónicos a sus cínicas declaraciones con su silencio frente a las víctimas de los crímenes cometidos por militares y paramilitares bajo la monstruosa sombra del imputado.

Contrasta el despliegue que se le da a los dichos falaces del mendaz provocador y determinador de centenares de miles de homicidios, desplazamientos, despojos, desapariciones, desaparición y manipulación de testigos con el sistemático silencio ante el dolor de sus víctimas…

Con brutal desenvoltura, cinismo y desenfado el protervo culebrero, así como dice una cosa, dice otra. Niega los hallazgos y las sindicaciones de la justicia, deforma y descontextualiza testimonios, enaltece criminales, “buenos muchachos”, el último de los cuales alias “Calzones”, señalado en investigaciones engavetadas de la Fiscalía como uno de los líderes del grupo criminal “La Cordillera”, sí, el mismo imputado del asesinado del nunca olvidado LUCAS VILLA.

De otro lado, las revelaciones de un paramilitar ante la JEP, acusando a Iván Name, actual presidente del Senado y miembro del Partido Verde, de ser instigador de asesinatos selectivos y desapariciones, así como los hallazgos de la revista Raya y RTVC acerca de alias Calzones demuestran que tanto distamos de esclarecer el alcance de la parapolítica.

Así mismo sugieren la masiva y sistemática infiltración de partidos, empresas, el estado mismo, por los cultores y protagonistas de nuestra terrible violencia, lo metódico y deliberado del despojo, el desplazamiento, la impunidad y la mentira como pilares de espurios privilegios.

Loor a la Justicia transicional, a la comisión de la verdad y a la prensa independiente que han permitido esforzadamente la revelación de nuestra oprobiosa y repugnante realidad y han sido víctimas del acoso y la difamación de los beneficiarios del histórico y anacrónico ilícito.

Así ha sido y sigue siendo en el “país de la belleza” donde, como una sierpe, la clase tenebrosa huérfana del poder que manejaron en su provecho y a su antojo por muchos años, se revuelca desesperada, como en un delirium tremens, abstinente de ese poder.

Podría decirse que hay cierta candidez en las acciones de hecho de algunos miembros de las comunidades indígenas, la victimaria y difamadora sabandija, sale a victimizarse, como ya lo tienen por costumbre, cuando la evidencia contra ellos es categórica y las investigaciones los cercan. Se inventan atentados, se declaran perseguidos por el régimen, sacan estridentemente a sus familias del país, piden la intervención de los organismos internacionales.

Ellos, como van diciendo, van haciendo y van tapando. Lo importante es cambiar el foco noticioso y sacar provecho del amarillismo de la prensa mercenaria. Cuando esta estrategia no les da resultados entonces optan por la victimización. Difunden auto amenazas de muerte, señalamientos, informes “confidenciales” acerca de preparativos para asesinarlos, descontextualizan declaraciones de sus adversarios. La victimización cumple integralmente con los objetivos de los protervos criminales de cuello blanco y, además, llama la atención sobre ellos y los vuelve protagonistas.

Pero en el caso de la señora Gnecco un vidrio roto y un rasguño en el cuello de un vigilante es un manjar que va a aprovechar hasta las últimas consecuencias, de hecho ya lo está haciendo y en riposta recicla una noticia de los primeros días del escándalo de Nicolás Petro, la jauría retoma el tema, de hecho no lo han dejado en ningún momento, la idea es enlodar al presidente, ponerlo al mismo execrable nivel de ellos mismos, probar a punta de aullidos, amenazas, llamados a la insurrección de las 10 familias más ricas de este país y de sus consuetas de menor envergadura en contra de la “dictadura”.

El debate acerca del rol de la prensa mercenaria en la perpetuación de la violencia, bien sea a través de su maquillaje y ocultamiento, el desvío de la atención y la instigación de la misma, tiene que darse, está por darse, debemos exigirlo y promoverlo. No hay perdón sin verdad.

Hay una discusión que está pendiente y que no se puede aplazar más, en tanto la controversia se degrada: Es la discusión acerca de la clase de periodismo que queremos los colombianos, un periodismo comprometido con la sociedad entera y no con una pequeña élite que se apoderó de los medios más tradicionales e históricamente más reconocidos, un periodismo digno, honesto, independiente, respetuoso de su deber constitucional de informar en forma veraz, objetiva y rigurosa y no mezclar la opinión con la información.

No basta, señores periodistas, con mensajes de solidaridad con un medio que ha hecho todo lo posible para deshonrar la profesión. Personas de la calidad humana de María Jimena Duzán, Cecilia Orozco Tascón, Yolanda Ruiz, Daniel Coronell, Daniel Samper Pizano, Gonzalo Guillén y muchos otros, tienen una responsabilidad enorme en la conducción de esa discusión que debe pasar por un desgarrador y profundo mea culpa:

¿Hasta qué punto ha sido la prensa elemento instigador y justificador de la violencia en el país?

No basta señores políticos con desgarrarse las vestiduras de manera oportunista, hay entre la clase política personas que dan lustre a su ejercicio, no todo es malo. ¿Qué clase de país queremos?: Un tinglado permanente de horror y de sangre o una patria en paz, equitativa, libre de corrupción y de componendas.

NOTA BENE

Las encuestas que los progresistas hacemos las hacemos con nuestra presencia masiva, de viva voz, con los brazos levantados, enfrentando desafíos, un pueblo que camina de frente al sol, con la mirada puesta en el futuro, promoviendo los cambios y reformas que Colombia necesita…

Las encuestas progresistas se hacen en espacios abiertos y amplios, no en sórdidas oficinas, se hacen con personas reales, muestras vivas de centenares de miles, no de algunas centenas. Las encuestas progresistas se hacen en las urnas y tienen vocación democrática…

Las encuestas progresistas tienen la potencia y contundencia de un pueblo consciente y decidido, surgido de las ruinas pos apocalípticas de una guerra insensata, levantado del fango sanguinolento de la violencia repugnante y fratricida, sobreviviente de la miseria y el despojo…

Las masivas marchas del 27 de septiembre de 2023, demuestran claramente que el apoyo popular al gobierno del cambio no ha sido afectado por los ataques de una docena de periodistas mercenarios, como lo han difundido media decena de encuestadoras a sueldo… 

El masivo apoyo popular está documentado en cada uno de los que acuden al llamado a defender la agenda de transformaciones y reformas por las que votamos más de once millones y medio de colombianos, superando la mala prensa, la confabulación y el entrampamiento, las amenazas y el asesinato de muchos de los líderes sociales y ambientales que suscribieron el cambio.

Esa es la encuesta real, la democracia real, un pueblo que camina sin dudarlo hacia la consolidación del sueño de una patria pacífica e incluyente, una sociedad inclusiva, viable, equitativa y solidaria.

Las encuestas progresistas no son con datos áridos y estériles, manipulables y sesgados, las encuestas progresistas son con gente viva, partícipe y comprometida.

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