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Mar. Jul 2nd, 2024
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Por Carlos Fajardo- Columnista Opinión
Cuenta X : Fastidiardo

Desde el comienzo del gobierno de Gustavo Petro, los colombianos hemos sido testigos de toda suerte de movimientos y salidas en apariencia inconsistentes de algunos políticos que llegaron apoyando los planteamientos del actual presidente y que una vez en ejercicio del poder que alcanzaron cambiaron de bando unos en forma repentina al estilo del senador alias Manguito o en forma gradual como lo hicieron las representantes Juvinao, Miranda y el activista de redes JP Hernández, quien recientemente , en una entrevista concedida a un medio mercenario, confesó su admiración y lealtad a los mandatos del muy cuestionado y actualmente imputado exsenador y expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Como hallazgo constante en los últimos señalados se puede apreciar su pertenencia a un movimiento de centro que se ha caracterizado por brindar aval y cobijo a políticos de diversas tendencias, particularmente a muchos con grandes afinidades confesas y tácitas por los “principios”, por decirlo de alguna forma, que rigen la ultraderecha: El Partido Verde.

En ese contexto no sorprende el trino de una de sus figuras tutelares abogando por el triunfo de Milei, el anarco capitalista, en Argentina.

Ante el reclamo del Ministro de Salud por el ataque de algunos de los miembros de ese partido y su evidente alianza con figuras de la oposición, ese partido saca una declaración en la que muestra su indignación con los reproches del alto funcionario y ponen de presente su “independencia” y su no sujeción a “acuerdos burocráticos”.

Aseguran enfáticamente que el Ministro “Se equivoca” al hacer alusión a la entrega de la dirección de algunas entidades del estado a prospectos propuestos por ese partido en su calidad de “partido de gobierno”.

La verdad monda y lironda es que nos equivocamos todos creyendo en su compromiso con el cambio y su lealtad a los programas y proyectos que millones de colombianos votamos y a los cuales ladinamente adhirieron en campaña.

Ellos son los ni fu ni fa del espectro político colombiano, los que musitan una oración al tiempo que formulan un conjuro, una vela a un dios y otra al diablo, pusilánimes, incoherentes, volubles, su especialidad es la traición. Bajo su camaleónico manto se abrigan muchos Judas… Ese partido cobija y avala oportunistas, vendedores de humo, aprovechados y mentirosos como la Juvinao, la Miranda o el camaleón HP Hernández quien recientemente reconoció que siempre ha sido y será un uribista.

Queda muy claro entonces que cuando se es avalado por un partido ambivalente, una camaleónica colcha ideológica de retazos, caracterizada por la ambigüedad y flexibilidad de sus principios, este tipo de deslealtades y reconversiones postelectorales difícilmente se podrían interpretar como una doble militancia.

Llámese “centro” a una posición inconsistente y voluble, adaptable y mercenaria, sin ideología ni principios propios, sino que los adopta e instrumentaliza, según su propia conveniencia, para maquillar sus verdaderos objetivos.

El Partido Verde es la quintaesencia del cálculo politiquero…

Cuando una persona se desplaza por varias vertientes “ideológicas” desde la extrema derecha hasta el centro ambivalente y reúne apoyos de actores de multicolor tendencia con denominador común en la defensa del statu quo, queda muy claro cuáles son su ideología y sus principios…

Ese es el ejercicio que hemos visto en forma consistente entre muchos de los políticos que hoy ocupan cargos de elección popular, pero algunos de ellos, aunque se presentan como opciones de cambio hacen sus campañas con el apoyo de políticos tradicionales, defensores del establecimiento y del statu quo, lo cual de una forma u otra pone de manifiesto sus verdaderas afinidades y propósitos de una manera, también por decirlo de alguna forma, transparente o por lo menos no tan opaca como la de aquéllos a quienes se les conoce ahora como “Manguitos”.

Porque, si bien es cierto que existe un maquillaje y una impostura entre quienes se presentan como opciones de cambio recibiendo de frente apoyos políticos y financieros de los mismos de siempre, lo que, a ojo de buen cubero, nos permite avizorar y predecir que llegarán al poder a hacer lo mismo de siempre, digámoslo con cierta retorcida “honestidad”, en el caso de quienes dicen abogar por el cambio y se presentan como adalides  y defensores del mismo para llegar y se buscan  y obtienen el aval de partidos que se presentan, ellos también, como socios de nacimiento, impulsores y defensores de las grandes transformaciones que el país necesita, y, luego, cuando alcanzan el poder abusando de la confianza que la gente depositó en ellos, cambian el chip y se vuelven defensores del establecimiento, del statu quo, la impostura es por completo inaceptable y demuestra la debilidad de los partidos para escoger a quienes avalan, si es que podemos creer que esos partidos en realidad querían avalar el mentado e instrumentalizado mensaje de cambio.

Es evidente que esa persona o ese partido es un defensor y promotor in extremis de un estado de cosas que se vale de una falsa aquiescencia, una postiza rebeldía y una trucada tolerancia a posiciones reformistas.

Son los ni fu ni fa que hacen de la inconsistencia, de la incoherencia, galopando en su propia deshonestidad y de la ingenuidad, de la necesidad y de la credulidad de los ciudadanos su coto de caza.

Por mucho tiempo el Partido Liberal fue el abanderado del cambio, en su trágica historia corrió mucha sangre y muchos colombianos anónimos pagaron con su sangre su ansia de cambio, la confianza depositada en los líderes inconsistentes que los ilusionaban y los provocaban, pero que compartían el licor y las ganancias con prominentes figuras de la derecha.

Fue también la casa de políticos comprometidos, valientes, temerarios y audaces que, como JORGE ELIÉCER GAITÁN, encendieron una llama de esperanza entre los desheredados de esta sociedad clasista y también pagaron con su vida su osadía.

Del liberalismo surgió esa otra esperanza que fue, desde 1979, el Nuevo Liberalismo en la figura de su fundador, LUIS CARLOS GALAN SARMIENTO, otro prohombre que encendió, como Gaitán, la llama de la esperanza que políticos venales y corruptos de ambos partidos, Conservador y Liberal, apagaron con sangre en 1948.

Como si fuera un sino cíclico y trágico, también debimos llorar la egregia figura del gran LUIS CARLOS, asesinado en 1989 por las manos criminales de uno de los peores asesinos que ha dado este país, el sanguinario PABLO ESCOBAR GAVIRIA, con la complicidad de muchos cuadros de los partidos tradicionales que veían, como el temible antisocial, en el ascenso de GALAN una terrible amenaza para sus protervos intereses y cuya identidad aún permanece y permanecerá por muchos años oculta a la opinión pública.

Colombia es un país pacato y sacramental, donde la Iglesia y las clases dirigentes han adoctrinado a la población en contra de cualquier opción de cambio y se ha permitido el genocidio de movimientos de izquierda democrática, tal como sucedió entre 1984, año de creación de ese partido de izquierda hasta 2004, en la época de la temible “seguridad democrática” de ese otro gran asesino, el más sanguinario e insidioso, adicto al poder y a la mentira, a la manipulación  y a los litros de sangre  de inocentes que todos conocemos como EL MATARIFE, también conocido como EL INNOMBRABLE por su oscuro poder criminal que enmudecía hasta los más despiadados asesinos y actualmente como EL IMPUTADO, justamente en virtud de que se encuentra imputado por la más alta corte de este país por el menos escabroso de sus delitos.

En un país como el nuestro hablar de cambio es prácticamente colgarse una lápida a las espaldas, es atraer sobre sí la furia y veneno de la gran prensa, ser víctima de las calumnias y señalamientos de la aristocracia criolla y ponerse en la mira de sus obsecuentes asesinos. Pero, aun así, hablar de cambio puede ser un buen disfraz para muchos politiqueros y activistas de redes que quieren llegar al poder para disfrutar de sus delicias, asegurar su pensión por unos cuatro periodos, para después irse a descansar plácidamente a una isla paradisiaca, dejando a la ciudadanía que creyó en ellos “colgados de la brocha”.

La última gran figura política que se labró un camino, no propiamente de rosas, sino de abrojos y espinas para venderle a la ciudadanía la esperanza de un cambio institucional que convertiría a Colombia en un emporio de la vida, que sacrificó su tranquilidad y la de su familia justamente por su consistencia y su coherencia, que ha sido, como GAITÁN y GALÁN, víctima de atentados, calumnias, amenazas, persecución judicial y mediática, pero que, a diferencia de los dos mártires señalados, ha logrado llegar al poder, es nuestro actual presidente GUSTAVO PETRO URREGO.

Al igual que los martirizados GAITÁN Y GALÁN se atrevió a desafiar al establecimiento, puso en evidencia las triquiñuelas y los oscuros nexos del poder con la más infame corrupción, con la más perniciosa politiquería, con la más criminal de las violencias, pero en su caso el plomo de los sicarios no logró su objetivo. Sin embargo, su impresionante lucha no cesa, los privilegiados han hecho uso de todos los inicuos medios a su alcance para desacreditarlo, encochinarlo, limitar su poder de maniobra y evitar a toda costa que las reformas que ha propuesto lleguen a feliz puerto.

No han faltado los Judas a los que graciosamente la gente llama “Manguitos”, no han faltado las triquiñuelas, las jugarretas para aplazar las discusiones en el legislativo, el juego malicioso con el quorum, las declaraciones cínicas de algunos representantes de la ultraderecha que han reconocido que su papel en el legislativo es el de sabotear todas las iniciativas del gobierno. ¿Qué les importa a ellos la salud de los colombianos? ¿Qué les importa el hambre? ¿Qué les importa la violencia? ¿Qué les importa la fragilidad de nuestros viejos y de nuestros niños? ¿Acaso no fueron ellos y sus partidos los que llevaron a Colombia a ser uno de los países más violentos, más inequitativos, más injustos y más corruptos del orbe?

Han intentado apagar la esperanza, han satanizado a quienes encienden esa luz, a quienes sueñan con un futuro viable y feliz para este país, han asesinado líderes sociales, ambientales y políticos, se presentan cínicamente como los ahora salvadores, pero nos quieren salvar de esa rebelde y persistente esperanza, nos quieren hacer creer que el lodazal de sangre en que nos convirtieron a Colombia es la única opción que tenemos, el único camino.

No lo permitamos.

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