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EVENTOS
Mar. Jul 2nd, 2024
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Un soldado no debería filmar esto. Y mucho menos difundirlo. Los teléfonos móviles combinados con las redes sociales hacen más daño a un ejército que un informe de una organización de derechos humanos. Porque las imágenes se ven, se postean y se repostean.

Desde el 7 de diciembre circulan por la red fotos y vídeos. Muestran a prisioneros palestinos en posiciones humillantes. Filas de hombres esposados y con los ojos vendados. En una de ellas, el primero, a la cabeza de la columna, lleva puesta una bandera israelí, con música burlona acompañando las imágenes.

En otra, los hombres caminan, vestidos sólo con ropa interior, con las manos atadas, rodeados de soldados y las ruinas de edificios al fondo. Uno de los que filman tararea en hebreo unas palabras de un cántico de la Pascua judía, que celebra la liberación de los esclavos judíos por el Faraón y su salida de Egipto. Otro, más prosaico, pronuncia “vamos, vamos” en árabe, seguido de “hijos de puta” en hebreo.

El Derecho Internacional Humanitario, redactado por los juristas del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), prohíbe exponer a la curiosidad pública y a tratos degradantes a quienes no combaten y a quienes han depuesto las armas. Estas prohibiciones se aplican también a los conflictos no internacionales, como el actual en la Franja de Gaza.

Han sido publicados más vídeos y fotos en periódicos y cadenas de televisión israelíes. No fueron suministrados directamente por el ejército israelí, pero como la censura militar se impone a los medios de comunicación, es difícil imaginar que las publicaciones no fueran aprobadas por el ejército.

Siguen mostrando a prisioneros de rodillas, con la cabeza inclinada, en lo que parece ser un foso de arena, alineados frente a una zanja. O hacinados en la parte trasera de un camión. O en fila, sentados en el suelo. La constante es que no llevan más ropa que los calzoncillos, las manos atadas y los ojos vendados.

Cuando se le pregunta, el ejército israelí responde que “a veces es necesario que los sospechosos de terrorismo se quiten la ropa para poder registrarlos y asegurarse de que no esconden chalecos explosivos u otras armas”.

El método no es nuevo. Obligar a los hombres a desnudarse se convirtió en costumbre durante la segunda Intifada (2000-2005), no sólo durante las detenciones, sino también en los controles militares, por temor a atentados suicidas. Las esposas y las vendas en los ojos también son la norma. Sin embargo, lo inédito es que estas imágenes circulen a tan gran escala.

“Me detuvieron cinco veces durante la primera Intifada [1987-1993 – nota de la redacción]”, recuerda Raji Sourani, abogado y director del Centro Palestino de Derechos Humanos (PCHR) con sede en la Franja de Gaza. En todas las ocasiones me vendaron los ojos, me esposaron, me golpearon y me humillaron. Como abogado, llevo décadas defendiendo los derechos de los presos. Pero esta vez, incluso yo, con mi experiencia, estoy asustado. Nunca habría pensado que pudiera alcanzar tales proporciones”.

Varios medios israelíes sugieren que estos hombres son miembros de Hamás que se han desplazado a zonas que el ejército israelí describe como bastiones del movimiento islámico, como Jabalia y Jan Yunís.

Primeras comprobaciones por parte de activistas y organizaciones de derechos humanos, y primeros desmentidos: los trabajos de geolocalización demuestran que los vídeos en cuestión fueron grabados en otro distrito del norte de la Franja de Gaza. “En cuanto vimos los vídeos, hicimos dos cosas. Comprobamos que mostraban hechos que habían ocurrido realmente y geolocalizamos el lugar, cerca de una escuela de Beit Lahia”, explica Budour Hassan, investigador de la ONG Amnistía Internacional.

Se trata de una de las escuelas gestionadas por la UNRWA, la agencia de la ONU de ayuda a los refugiados palestinos, donde miles de familias han buscado un refugio precario. Algunos hombres fueron obligados a salir bajo amenazas y fueron detenidos.

También se negó la acusación de que fueran miembros del movimiento islámico. “Hemos podido identificar a ciertas personas y también se han puesto en contacto con nosotros personas que dicen: ‘Este es un civil, este un periodista, conocemos a este del barrio y no sólo no es de Hamás, sino que critica a Hamás'”, afirma Budour Hassan. “En realidad no podemos identificar a todos los que aparecen en las fotos porque la imagen no es muy clara. Sin embargo, hemos identificado a algunos ancianos y niños menores de 16 años“, añade el investigador.

Muy poco después de que aparecieran las imágenes, un periódico con sede en Londres, Al-Araby Al-Jedid, reconoció al jefe de su oficina en Gaza, Dia al-Kahlout, y lo hizo saber. Raji Sourani, del PCHR, identificó a uno de sus colegas, abogado e investigador.

Tras su liberación, éste ha dado testimonio de las circunstancias de su detención: “El ejército israelí utilizó altavoces para exigir a los residentes que abandonaran los edificios y las escuelas, las mujeres por un lado y los hombres por otro”, relata Raji Sourani, que midiendo sus palabras. “Las mujeres tuvieron que quitarse el velo y los hombres desnudarse por completo, salvo la ropa interior. Los soldados estaban muy nerviosos, les pegaron, les escupieron y luego les llevaron a un lugar donde ya había reunidos cientos de prisioneros.

En un comunicado de prensa publicado el miércoles 20 de diciembre, Amnistía Internacional recuerda estos hechos y señala: “Estos hombres han sido despojados de su dignidad y deshumanizados en violación del derecho internacional. No puede haber justificación alguna para burlarse de los detenidos o humillarlos deliberadamente. El derecho de los detenidos a no ser torturados ni tratados de forma inhumana o degradante es absoluto y se aplica a todas las personas, participen o no en las hostilidades. La tortura, los tratos inhumanos, las desapariciones forzadas y los ultrajes a la dignidad personal cometidos en situaciones de conflicto armado y ocupación son crímenes de guerra; cuando se cometen como parte de un ataque generalizado o sistemático contra civiles, constituyen crímenes de lesa humanidad“.

El método consiste, pues, en lanzar una amplia red, con la esperanza de pescar unos pocos peces. El portavoz del ejército, Daniel Hagari, no se anduvo con rodeos al comentar las imágenes aparecidas el 7 de diciembre: “Jabalia y Shejaia son centros de gravedad, también son campos de refugiados de terroristas, y estamos luchando contra ellos […] Cualquiera que permanezca en estas zonas, salga o regrese de túneles o casas, investigamos y comprobamos quién, entre ellos, está relacionado con Hamás, y quién no, deteniendo a todos e interrogándolos”.

El ejército no informa sobre los lugares de detención ni los métodos de interrogatorio. Se limita a responder por correo electrónico: “Como parte de la actividad de las IDF en la zona de combate, se detiene e interroga a individuos sospechosos de estar implicados en actividades terroristas. Los que no están implicados en actividades terroristas son puestos en libertad. Los detenidos son tratados de acuerdo con el derecho internacional”.

Las dudas sobre los relatos del ejército israelí son legítimas. Los testimonios de liberados y las investigaciones publicadas el 18 de diciembre por el Euro-med Human Rights Monitor, con sede en Ginebra, y el diario israelí Haaretz señalan malos tratos y torturas. Varios murieron estando detenidos, pero “las circunstancias de sus muertes no están claras”, escribe Haaretz.

“No tenemos ni idea de cuántas personas fueron detenidas ni qué ocurrió con ellas, aparte de las que fueron puestas en libertad”, añade Raji Sourani. Nuestro abogado corresponsal en Israel se puso en contacto con el servicio de prisiones. Le dijeron que no tenía nada que ver con los presos de Gaza. Esto significa que esos prisioneros están fuera del circuito legal”. De hecho, una ley permite retirar el estatuto de prisioneros de guerra a los sospechosos considerados “combatientes ilegales”. Esta ley, aprobada en 2002 y poco utilizada desde entonces, puede que ser aplique a los combatientes de la Franja de Gaza y Líbano.

Desde el atentado de Hamás del 7 de octubre, en el que murieron unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, se han adoptado otras medidas excepcionales, ampliando a 45 días el periodo de detención sin comparecencia ante un juez y sin acceso a un abogado hasta 80 días.

Todos los hombres liberados por el ejército israelí, y por tanto convencidos de que no tienen vínculos con Hamás ni con ningún otro grupo armado, denuncian hambre y sed, malos tratos y torturas durante días y días. Las apretadas esposas que llevaron durante días les dejaron profundos cortes en las muñecas.

“Me rompieron cristales en la cabeza”, dijo uno de ellos, entrevistado por la televisión Al-Ghad en la Franja de Gaza. El pequeño grupo del que forma parte está claramente afectado. “Me aplicaron electrodos”, añade un segundo. “Nos llamaban terroristas, Hamás”, añade.

Un grupo de hombres y adolescentes liberados fueron entrevistados por la agencia de noticias Sawa, que forma parte de Press House Palestine, organización que defiende la independencia de la prensa. Ossama Odeh, residente en el barrio de Zeitun, en la ciudad de Gaza, afirma que, tras acorralar a los hombres, el ejército israelí se llevó a un pequeño grupo de unos veinte jóvenes: “El ejército arrojó a los jóvenes a una hondonada y la excavadora empezó a echarles arena hasta enterrarlos vivos.”

El periodista de Sawa añade que escuchó gritos durante unos minutos y luego nada. “Nuestro colega nos contó que a sus compañeros y a él les llevaron a una base militar en Zikim, al norte de la Franja de Gaza”, continúa Raji Sourani. Permanecieron allí varios días, siempre semi desnudos, esposados, sin apenas comida. Los trataban como animales. Es cierto que algunos fueron ejecutados, pero no delante de sus ojos.”

“Estamos muy preocupados. Tengo que decir que estamos realmente preocupados por la forma en que se trata a estas personas en los vídeos publicados, que equivale a tortura y otros malos tratos”, afirma Budour Hassan, de Amnistía Internacional. Pero nos preocupa aún más lo que les ocurre a esas personas después de ser detenidas y mientras están recluidas. ¿Qué les ocurre mientras están detenidas? ¿Qué les hacen?”  

Amnistía Internacional no es la única que se hace esta pregunta. El miércoles, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos pidió a Israel que abriera una investigación sobre “la posible comisión de un crimen de guerra” por parte de sus fuerzas armadas. En un comunicado, la agencia de la ONU dijo haber recibido “información preocupante” sobre la muerte de “once palestinos desarmados” en la ciudad de Gaza. 

Estos once hombres murieron el martes por la noche durante una intervención del ejército israelí en un edificio residencial de la ciudad donde se refugiaban varias familias. Los soldados israelíes “separaron a los hombres de las mujeres y los niños, y después dispararon y mataron al menos a once hombres […] delante de sus familias”, según los relatos de testigos presenciales difundidos por el observatorio Euro-Med.

La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos confirmó la muerte de los once palestinos, pero declaró que “las circunstancias de los asesinatos se están verificando actualmente”. “Las autoridades israelíes deben llevar a cabo inmediatamente una investigación independiente, exhaustiva y efectiva sobre esas acusaciones”, declaró.

Las autoridades israelíes no han reaccionado de inmediato. Ni las organizaciones de derechos humanos ni los periodistas tienen medios para verificar si se han producido o no ejecuciones sumarias, ya que Gaza se ha convertido en un agujero negro desde el comienzo de la ofensiva israelí.

Traducción de Miguel López

Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/mediapart/aplicaron-electrodos-torturas-humillaciones-israel-palestinos-detenidos-gaza_1_1672744.html

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