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Vie. Jun 28th, 2024
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Coronados de gloria: la historia detrás de los sables que usan las autoridades de las Fuerzas Armadas

Año a año, los nuevos generales, almirantes y brigadieres de las Fuerzas Armadas reciben llamativos sables. Estas armas blancas son las que acompañan a los efectivos de las cúpulas del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea Argentina.

 

Fotos: Fernando Calzada

Los generales del Ejército, los almirantes de la Armada y los brigadieres de la Fuerza Aérea Argentina lucen llamativos sables. En sus hojas, llevan grabados los nombres de cada uno de los oficiales de las Fuerzas y, además, la firma del Presidente de la Nación. Este armamento, que en el ámbito castrense representa al mando, está realizado bajo una estricta normativa. Además, cada una de sus partes tiene un valor simbólico.

Dependiendo de la Fuerza Armada a la que pertenezca el destinatario del sable, existe un diseño diferente.

En el caso del Ejército, está hecho respetando el diseño exacto de aquel que llevó el general José de San Martín durante la campaña libertadora.

Los altos mandos del Ejército Argentino reciben la réplica del sable que usó el general San Martín.

En cambio, los almirantes de la Armada visten uno inspirado en el del almirante Guillermo Brown.

Finalmente, los brigadieres de la Fuerza Aérea lucen una réplica del que perteneció al general Manuel Belgrano. La razón de ser de esta selección se remonta a los momentos más gloriosos de la historia argentina.

DEF recurrió a los presidentes de los institutos nacionales Sanmartiniano, Browniano y Belgraniano para conocer, con lujo de detalles, la historia y los secretos que esconden cada uno de ellos.

El sable de San Martín, el elegido por el Ejército Argentino

“El Ejército tiene como numen al general José de San Martín. Por eso, el sable que se les entrega es realizado a imagen de aquel que perteneció al Libertador”, cuenta a DEF Eduardo García Caffi, presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano.

En sus palabras, Caffi relata que San Martín adquirió su sable en Londres, en 1811: “Su nombre técnico es shamsir persa, un sable corvo muy utilizado por los oficiales franceses. De hecho, este modelo fue empleado por Napoleón”. Este tipo de armamento era considerado de los mejores de la época. El material utilizado provenía de la India y tenía un sistema especial de cincelado y fraguado. “La hoja era muy flexible, resistente y daba maniobrabilidad”, detalla.

Cada sable cuenta con detalles simbólicos, que los hacen representar el mando y liderazgo.

“De hecho, tenía un color azulado por los elementos que utilizaban para la fragua. La empuñadura que tiene es de un material noble y las cachas de ébano”, profundiza, al tiempo que indica que en la vaina tenía una rodela, ya que, si bien el sable podía llevarse bajo el brazo, también se podía colgar. Con la rodela, se evitaba que toque el suelo.

Durante el encuentro con DEF, el presidente del Instituto detalló que el sable utilizado por el Libertador de América era vital para la batalla. La potencia del brazo se sumaba a la velocidad del caballo: el sable provocaba heridas espantosas que golpeaban psicológicamente al enemigo.

El valor del sable de San Martín: “Se transformó en un símbolo de paz”

García Caffi insiste en el valor simbólico del sable de San Martín: “Fue tal la grandeza que su arma se transformó en un símbolo de paz”.

Cuenta también que, en una oportunidad, y mientras San Martín se encontraba en el exilio, Juan Bautista Alberdi lo visitó y, luego, describió: “Allí, colgado en una esquina, está inerte el sable que dio luz y libertad a más de medio continente”.

El general José de San Martín con su sable.

El sable de San Martín fue utilizado en los combates necesarios para la Independencia. Posteriormente, lo dejó en Mendoza. Pero, más tarde, debió pedirle a un familiar que se lo lleve: “Porque él pensaba residir allí, pero no sucedió porque Rivadavia y Alvear fueron dos enemigos que le hicieron la vida imposible; incluso existieron planes para matarlo y de difamación”.

Más tarde, y tras la batalla de Vuelta de Obligado, el Padre de la Patria legó su sable a Juan Manuel de Rosas. Las razones están en su testamento: “Por la firmeza con que ha sostenido el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que pretendían humillarla”.

El destino del sable sanmartiniano

Cuando Rosas murió, le dejó el sable de San Martín a su consuegro Juan Nepomuceno Terrero y, luego, a su hijo Máximo, casado con Manuelita Rosas.

En 1896, cuando Adolfo P. Carranza comenzó a organizar el Museo Histórico Nacional, se lo pidió a la hija de Rosas. Finalmente, meses después, el sable fue trasladado, nuevamente, al país: “Llegó el 28 de febrero a Ensenada”, cuenta.

Eduardo García Caffi, presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano.

“De allí, fue trasbordado a la corbeta ‘La Argentina’, donde lo esperaba una Comisión que lo acompañaría en el trayecto hacia el puerto de Buenos Aires. Se bajó y estuvo en el Museo histórico Nacional. Fue robado 2 veces, en 1963 y en 1965. Los motivos de los robos fueron políticos, incluso existió la intención de llevárselo a Perón a Puerta de Hierro”, detalla.

Finalmente, relata García Caffi, Onganía decretó entregárselo en custodia a los Granaderos, razón por la que el sable fue traslado al Regimiento, en el barrio porteño de Palermo. “En 2014 organicé una muestra en el Instituto, con objetos personales de San Martín. En aquel entonces, el sable estuvo aquí durante 3 meses”.

“Fue la primera vez que salió del Regimiento. Fue emocionante. De hecho, llegué a ver a un padre, de la mano de su hijo, emocionarse hasta las lágrimas al llegar a él”, dice, no sin antes indicar que, pese a su traslado al Museo Histórico Nacional -donde se encuentra actualmente-, los Granaderos continúan custodiándolo.

“Es un signo de libertad, no de opresión. Porque una de las características maravillosas de los ejércitos de San Martín fue que fueron de liberación, no de ocupación”, cuenta el presidente de Instituto, no sin antes finalizar con la célebre frase del Libertador: “Nunca voy a desenvainar mi espada para combatir a mis paisanos”.

El sable que lucen los almirantes de la Armada Argentina.

Guillermo Brown, inspiración para la Armada

DEF también estuvo en Casa Amarilla, como se conoce a la réplica del edificio donde, en Argentina, vivió Guillermo Brown. Allí, la explicación estuvo a cargo del presidente del Instituto Nacional Browniano, el almirante y Veterano de la Guerra de Malvinas Daniel Martin.

Según cuenta, Brown -de origen irlandés- conoció el mar a los 9 años, cuando se trasladó con su padre a Estados Unidos, en busca de oportunidades económicas. Allí, su papá murió de fiebre amarilla y Guillermo quedó solo. Un capitán de un barco mercante le ofreció embarcarse con él. “Llegó a ser capitán de barcos mercantes. Tuvo una vida azarosa”, dice, al tiempo que cuenta que Brown fue tomado prisionero y perdió sus embarcaciones en varias oportunidades.

En la imagen, el presidente del Instituto Nacional Browniano, el almirante y Veterano de la Guerra de Malvinas Daniel Martin.

El destino quiso que visitara Inglaterra, donde conoció a Elizabeth Chitty, con quien contrajo matrimonio. Con ella llegó a Buenos Aires. Por entonces, los álgidos días de 1810 lo tomaron como espectador.

Cansado de perder sus mercancías y buques a causa de la presencia extranjera en el Río de la Plata, armó sus propios barcos para defenderse: “Empezó a atacarlos y buscar recuperar sus cargas. Hacia 1813, el Director Supremo lo designó como Jefe de Escuadra y le dio el grado de teniente coronel, además de barcos. Ahí fue cuando se convirtió en funcionario del gobierno”. Lo cierto es que su participación fue clave para lograr el dominio patriota sobre el Río de la Plata.

La empuñadura del sable browniano, en detalle.

El sable de Brown en las manos de los almirantes

Brown, un prócer comprometido con las causas nobles, lo perdió todo en varias oportunidades y, aun así, continuó luchando. Incluso, con más de 50 años, volvió a armar una escuadra para enfrentar a Brasil, durante la Guerra de 1826. “Con 9 barcos hizo huir a más de 30”, comenta Martin.

Y, tal cual le ocurrió a San Martín, decidió despegarse de los conflictos internos. Por ejemplo, de aquel que enfrentó a Lavalle y a Dorrego. Por entonces, le habían ofrecido ser gobernador delegado de la provincia de Buenos Aires: “A Brown no le gusta la política, pero acepta. Sin embargo, cuando se entera de que Lavalle había tomado a Dorrego, le mandó cartas solicitando que no lo fusile. Cuando lo hizo, dejó la gobernación”.

“Brown es el que promueve la formación de una marina en nuestro país”, dice Martin, sobre un tiempo en el que, cada vez que se creaba una escuadra, tras perder o ganar, se disolvía. Sobre su sable, era corvo y de origen británico. Fue el capitán de navío inglés, Robert Ramsay, quien se lo regaló tras conocer su historia de hombría y valor: “Lo llegó a usar en batalla y durante muchos años”.

Brown y su sable.

Tras su muerte quedó en manos de su esposa, quien se lo dejó a Juan King, otro marino irlandés que luchó junto a él. Finalmente, la familia King se encargó de donarlo al Museo Histórico Nacional.

“Es símbolo de conducción. Fue en la década del ’60 cuando se decidió que los almirantes debían usar la última espada que utilizó Guillermo Brown”, concluye el veterano del submarino ARA “Santa Fe”.

Un sable para reconocer la grandeza y la épica belgraniana

Finalmente, DEF ingresó al Regimiento de Infantería 1 “Patricios”, donde se encuentra el Instituto Nacional Belgraniano. Allí, en la Unidad donde sirvió el creador de la Bandera, el equipo fue recibido por Manuel Belgrano, presidente del Instituto y chozno nieto del prócer.

“Sin Tucumán y Salta, no hubiese habido Chacabuco y Maipú. A la historia épica de Belgrano también hay que conmemorarla, pues llevó su espíritu de hombre civil y político a sus campañas militares”, se lo escucha decir.

Los brigadieres de la Fuerza Aérea reciben el sable que llevó al combate Manuel Belgrano.

Es cierto, la obra de Belgrano es inmensa. Tanto que su sable fue un reconocimiento por parte de la Patria: no lo compró ni le fue regalado por un conocido.

“Es un sable que se llama de premio. Tiene guarniciones de oro y alegorías en la vaina. No es para sablear”, comenta Manuel, al tiempo que explica que, por entonces, este tipo de arma blanca era fundamental, incluso más importante que una pistola o un fusil.

Manuel Belgrano, presidente del Instituto y chozno nieto del prócer.

¿Qué sable usó el general Manuel Belgrano?

No hay información sobre el sable que utilizó Belgrano en los enfrentamientos que dieron lugar a nuestra independencia, aunque “seguramente haya sido de latón, como eran los de aquellos años. Debió haber sido uno común, como el que utilizaban los soldados”.

¿En qué se fundamenta al hacer tal afirmación?, “Primero, porque si uno analiza la personalidad de Belgrano, seguramente usó el mismo armamento que sus soldados. Por otro lado, no había mucho para proveer”, responde.

En palabras de su chozno nieto, el sable que actualmente se identifica con Belgrano carece de documentación que brinde información sobre su historia: “Lo que se sabe es que la Asamblea del año XIII le otorgó premios, los famosos 40 mil pesos (que iban a ser en tierras pero que él dona para dotar escuelas) y este sable con guarnición de oro que, además, debía tener grabado en su hoja ‘al benemérito brigadier general Manuel Belgrano’; sin embargo en el original esa fórmula no está presente”.

Martín Miguel de Güemes.

La historia del sable de los brigadieres

Sin documentación, ¿cómo se rescata la historia del emblemático sable de Belgrano? “Al sable lo tenía la hija del General Rudecindo Alvarado, ella lo donó al Congreso de la Nación”, responde el presidente del Instituto, quien además profundiza: “En realidad lo tenía ella porque se lo entregó Martín Miguel de Güemes. Antes, a Güemes, se lo donó Belgrano ¿Hay documentos?, no. Lo único que existe es lo que ella escribió estando en Salta”.

Lo cierto es que, en aquel momento, fue a parar a la biblioteca del Congreso, donde ya existían algunas otras exhibiciones. Finalmente, el sable fue destinado al Museo Histórico Nacional, en el Parque Lezama.

En detalle, el sable belgraniano.

“El sable tiene repujados en la vaina, con escenas que, sin duda, son de Egipto. Se supone que es un sable de origen francés”, dice Belgrano, quien también explica que el armamento es al mérito y que quizá, en la época en que se vendió, fue comprado como premio. “Es para usar con un uniforme de gala y a Belgrano se lo dieron por las victorias de Tucumán y de Salta”.

Fue recién en 1970 cuando se iniciaron los trámites para que sus réplicas sean utilizadas en el marco de la Fuerza Aérea. “Fue con motivo del centenario de la muerte y bicentenario del nacimiento de Belgrano. La resolución de la Fuerza Aérea, que data del 21 de junio de 1979, determinó que debía ser portado por los oficiales de mayor jerarquía. Es decir, los brigadieres”.

 

Patricia Fernández Mainardi
Fuente de esta noticia: https://defonline.com.ar/defensa/la-historia-detras-de-los-sables-que-usan-las-autoridades-de-las-fuerzas-armadas/

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