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Jue. Jul 4th, 2024
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POR : CARLOS FAJARDO
PARA PRENSA MERCOSUR

Lo sucedido en Gaza con el pueblo palestino es una infamia que nos atañe y degrada a todos los
seres humanos, tal como sucedió durante la segunda guerra mundial con la famosa “solución final”
de los nazis con el pueblo judío.

Un ataque indiscriminado a la población civil, pero sistemático y metódico, en las narices de todo el
mundo, con discursos inflamados que pretenden demostrar lo “justo”, “sensato” y “necesario” de
tales acciones, basado en asuntos raciales y religiosos, otrora en la absurda preponderancia de los
“arios” y hoy en la mítica condición de los judíos, particularmente de los sionistas, de “pueblo
elegido” por un dios vengativo y violento.

Ante el desmadre de la violencia racial que ha empapado con la sangre de más de setenta mil
víctimas civiles inocentes los asentamientos urbanos, reducidos a ruinas, donde residían cerca de
dos millones de palestinos, muchos países, empezando por Sur África, emprendieron resueltamente
acciones de denuncia ante la justicia internacional, acciones a las que se unieron solidariamente
muchos otros gobiernos incluido el colombiano.

La terrible historia de la persecución, discriminación y genocidio de los judíos no salió de la nada,
desterrados de las tierras en las que vivían en compañía de otras etnias, cuyos orígenes se remontan
más allá de tiempos bíblicos, los judíos sufrieron por siglos la discriminación y el señalamiento de
los europeos entre quienes se impuso una doctrina religiosa derivada del judaísmo, con la que
comparte una historia común, cuya figura central, un judío, habría sido perseguido y martirizado
por algunos de los miembros de su propia etnia, pues sus planteamientos reformaban los postulados
de la religión vernácula, por decirlo de otra manera, un hereje.

Téngase en cuenta que aquí no hablamos de raza, término absolutamente incorrecto para referirse
a personas que comparten un acervo cultural, lingüístico, religioso e histórico, para lo cual el
término adecuado es la palabra etnia.

El cristianismo, la religión imperante en Occidente, como buena hija del beligerante judaísmo, fue
impuesta a sangre y fuego por los europeos en todas las partes donde se dispersaron como
conquistadores. Los cristianos pasaron de perseguidos a perseguidores, de víctimas a victimarios,
una religión que promete, como otras, una vida mejor después de esta vida, que insta a la paciencia
y la oración para afrontar las dificultades, las injusticias, las infamias de los seres humanos en contra
de otros seres humanos, en lugar de la protesta y la resistencia.

En su ADN quedó el resentimiento contra los judíos por ser, como ya se dijo, el pueblo que persiguió, martirizó y crucificó al pretendido hijo de dios que, según su doctrina, vino a salvar al mundo del pecado y a predicar el amor al prójimo, la caridad y la misericordia de la que claramente carecieron sus difusores en su ordalía de sangre a
lo largo y ancho del mundo.

Después de los terribles crímenes que la dirigencia nazi cometió con el pueblo judío durante la
segunda guerra mundial y una vez derrotado el nazismo por las fuerzas que se aliaron en su contra,
los nuevos dueños del mundo decidieron y aprobaron, a través de una resolución de la naciente
ONU en noviembre de 1947, dividir la provincia otomana de Palestina entre los pueblos de habla
árabe que vivían desde siglos atrás en ella y el nuevo estado de Israel, que vino a ser reconocido
como estado independiente el 14 de Mayo de 1948.

Una decisión en la que no contó sino el consenso de los vencedores de la terrible segunda guerra
mundial, pero para nada la voluntad de los pueblos que habitaban esa zona, en lo que no podría ser
interpretado sino como la escenificación de una nueva cruzada y, por tanto, fue recibida con
indignación por los países árabes, lo que condujo a lo que los israelíes llaman “la guerra de
independencia”, en la que se enfrentaron a ejércitos combinados de Egipto, Jordania, Siria, Líbano
e Irak.

Protegidos, armados y apoyados por las naciones que habían creado el estado de Israel, los israelíes
lograron consolidarse en el territorio asignado, pero no sólo eso, sino que, como producto de
enfrentamientos bélicos con sus vecinos y aprovechando el apoyo constante de las grandes
potencias occidentales, se apoderaron de más y más territorios, desplazando y masacrando a los
palestinos, habitantes originales de la zona, a quienes han limitado, a lo largo de los años a una
limitadísima región, prácticamente un gueto, con importantes restricciones para su libre
desplazamiento y un control férreo sobre su economía.

Hoy por hoy Israel, como consecuencia de las inversiones impuestas a Alemania como reparación
de guerra y los subsidios y ayudas por parte de anglosajones y otros vencedores de la SGM, tiene a
su economía como una de las más boyantes del mundo, en el que ocupa el puesto 22.
Israel es una potencia militar nuclear, un protagonista de primer orden del primer mundo, en tanto
que los palestinos viven en condiciones de brutal represión y discriminación, limitado acceso a
servicios públicos, educación y salud y su economía es para nada comparable con la de sus
conquistadores.

El pasado 7 de Octubre de 2023 el movimiento Hamas inició, luego de una exacerbación de las
notables tensiones que se presentan entre palestinos e israelíes la operación que dieron en llamar
“Operación Inundación Al-Aqsa”, durante la misma , en forma sorpresiva lanzaron miles de
proyectiles hacia la zona controlada por Israel, traspasaron las fronteras impuestas por su
contraparte y atacaron población civil, causando centenares de víctimas mortales y secuestrando
un número importante de rehenes civiles.

El primer ministro Benjamín Netanyahu ordenó y lideró el despliegue del poderoso y bien armado
ejército israelí, en una operación que tenía por objetivo neutralizar al grupo Hamas y recuperar los
rehenes en el menor tiempo posible, pero que se degradó al convertirse en una acción
indiscriminada y terriblemente violenta que ha afectado y destruido toda la infraestructura civil :

residencias, hospitales, universidades, colegios de la franja de Gaza, desplazando a su población
tasada en más de 2 millones de habitantes y causando la muerte de más de setenta mil palestinos,
en su gran mayoría niños, mujeres y ancianos inermes, población civil a la que indiscriminadamente
atacó.

Recientemente y como consecuencia de las denuncias promovidas por muchos países en contra del
régimen israelí, se produjo un pronunciamiento del fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim
Ahmad Khan, abogado británico especialista en derechos humanos y derecho penal internacional
quien se desempeña en ese importante cargo desde el 16 de junio de 2021, solicitando la detención
del primer ministro del estado de Israel, Benjamín Netanyahu, su ministro de defensa Yoav Gallant
y tres líderes de la cúpula del movimiento Hamas.

Este pronunciamiento de la justicia internacional es uno de los más contundentes que se haya
registrado en contra del sionismo y del genocidio, pero también en contra de la impresentable
provocación de Hamas que dio pie y razones a los carniceros al mando de Netanyahu…

La reacción de gobierno de Israel y de sus países aliados, en especial en el ámbito anglosajón, ha
sido atacar y amenazar a la Corte Penal Internacional, negar los que ha sido dolorosamente claro a
los ojos de la comunidad internacional, pese al veto y sesgo de muchos grandes diarios y cadenas
de información en el mundo.

En los próximos días la Corte Penal Internacional deberá dar respuesta a la solicitud del fiscal Karim
Ahmad Khan y validar y confirmar la expedición de las órdenes de captura internacional a los
individuos señalados por el importante funcionario para ser sometidos a juicio.

Una de las respuestas prefabricadas y que repiten como una cantilena el señor Netanyahu y sus
defensores de oficio es que todas las decisiones en su contra son señal y evidencia de un presunto
“antisemitismo”.

¿Y es que acaso denunciar los abusos del régimen que gobierna actualmente el estado de Israel es
“antisemitismo”? Se confunden, de manera deliberada y tendenciosa, dos expresiones.
Antisemitismo y Antisionismo.

Para comenzar veamos quienes son los semitas:

Los pueblos semitas son aquéllos que presuntamente descienden de Sem, el hijo preferido de Noe,
el patriarca escogido por dios para salvar a los hombres y a los animales del cataclísmico diluvio
universal.

La región de Palestina históricamente fue asiento de múltiples pueblos, culturas y lenguas, algunas
de ellas conservaban algunas similitudes, lo que hace pensar en un tronco común, al parecer,
justamente en razón a esas similitudes fueron clasificadas en tres grupos a cada uno de los cuales
se le habría asignado un epónimo, atendiendo al nombre de cada uno de los hijos del patriarca Noé.
Unos de esos grupos fueron los semitas y de ellos hacen parte los hebreos, los árabes, los cananeos,
fenicios, acadios, asirios, babilónicos, sudarábigos y etiópicos, entre otros.

Del grupo de los descendientes de Cam, el hijo maldito de Noe, hacen parte los coptos, tuaregs y
los somalíes entre otros y, últimamente, en virtud de justificar la rivalidad entre árabes y hebreos
han intentado incluir en esa categoría a los árabes, que, como vimos, son semitas. Se habla aquí de
los pueblos y lenguas camitas.

Por otro lado, los descendientes de Jafet son los indoeuropeos con toda su rica variedad.
Entonces abordamos la definición de antisemitismo:

Según la RAE antisemita es aquel que muestra hostilidad o prejuicios en contra de los judíos, su
cultura y su influencia.

Para la Alianza internacional para el recuerdo del Holocausto (IHRA por sus siglas en inglés) el
antisemitismo es “una cierta percepción de los judíos, que puede expresarse como odio hacia los
judíos”.

Al respecto la IHRA asocia a esa definición algunas variedades de expresión que cataloga como
expresión de antisemitismo en el mundo moderno y en la vida pública:

1. Pedir, apoyar o justificar muertes o daños contra los judíos, en nombre de una ideología
radical o de una visión extremista de la religión,
2. Formular acusaciones falsas, deshumanizadas, perversas o estereotipadas sobre los judíos,
como tales, o sobre el poder de los judíos como colectivo, por ejemplo, aunque no de forma
exclusiva, el mito sobre la conspiración judía mundial o el control judío de los medios de
comunicación, la economía, el Gobierno u otras instituciones de la sociedad,
3. Acusar a los judíos como el pueblo responsable de un perjuicio, real o imaginario, cometido
por una persona o grupo judío, o incluso de los actos cometidos por personas que no sean
judíos,
4. Negar el hecho, el ámbito, los mecanismos (por ejemplo, las cámaras de gas) o la
intencionalidad del genocidio del pueblo judío en la Alemania nacionalsocialista y sus
partidarios y cómplices durante la Segunda Guerra Mundial (el Holocausto),
5. Culpar a los judíos como pueblo de Israel, como Estado, de inventar o exagerar el
Holocausto,
6. Acusar a los ciudadanos judíos de ser más leales a Israel, a las supuestas prioridades de los
judíos en todo el mundo, que, a los intereses de sus propios países,
7. Negar a los judíos su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, alegando que la
existencia de un Estado de Israel es un empeño racista,
8. Aplicar un doble rasero al pedir a Israel un comportamiento no esperado ni exigido a
ningún otro país democrático,
9. Usar los símbolos y las imágenes asociadas con el antisemitismo clásico (por ejemplo, las
calumnias como el asesinato de Jesús por los judíos o los rituales sangrientos) para
caracterizar a Israel o a los israelíes,
10. Establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis,
11. Considerar a los judíos responsables de las actuaciones del Estado de Israel.
(Fuente IHRA: https://holocaustremembrance.com/resources/definicion-del-
antisemitismo)

Afirma la IHRA que las manifestaciones del antisemitismo “pueden incluir ataques contra el Estado
de Israel, concebido como una colectividad judía.

Sin embargo, aclara que las críticas contra Israel, similares a las dirigidas contra cualquier otro país,
no pueden considerarse antisemitismo: “esto no menoscabará de ninguna manera la libertad de
expresión sobre Israel o los derechos de los palestinos”.

“A menudo, el antisemitismo acusa a los judíos de conspirar contra la humanidad y, a veces, se
utiliza para culparles de que «las cosas vayan mal». Se expresa a través del lenguaje, de
publicaciones, de forma visual y de las acciones, y utiliza estereotipos siniestros y rasgos negativos
del carácter.

Por último, advierte la IHRA que “Los actos antisemitas son considerados delitos en el momento de
su tipificación” y complementa la anterior afirmación que “los actos delictivos son considerados
antisemitas cuando los objetivos de los ataques, ya sean personas o propiedades –como edificios,
escuelas, lugares de culto y cementerios–, son seleccionados porque son, o se perciben como, judíos
o relacionados con judíos”

“La discriminación antisemita, concluye, es la denegación a los judíos de oportunidades o servicios
disponibles para otros, y es ilegal en muchos países.”

¿Y el sionismo?

Nacido en Europa a finales del siglo XIX, el sionismo buscaba la creación del estado de Israel, en lo
que para los judíos era la región de Palestina y sobre la cual se arrogaban derechos históricos
sustentados en su cosmogonía y religión, expresados en la Tora, su libro sagrado. Ese movimiento
llevó finalmente a la creación del estado de Israel en 1948.

Según la Jewish Virtual Library el sionismo “es el movimiento nacional por el retorno del pueblo judío
a su paria y por la reanudación de la soberanía judía en la Tierra de Israel”

En la actualidad se reconoce como sionista a aquel que busca la expansión de los territorios
asignados en 1948 y la justifica, tal como lo hizo en sus comienzos, en argumentos de tipo histórico
y religioso, a despecho del desplazamiento y la expropiación de territorios en los que han vivido por
siglos y siguen viviendo otros pueblos y no propiamente a quien defiende el bienestar y desarrollo
del estado de Israel.

Está claro, bajo esa perspectiva, que hablar de antisionismo y antisemitismo no es precisamente
lo mismo.

En efecto, así como hay judíos que se oponen a la existencia del estado de Israel afirmando que la
verdadera tierra prometida será la que su mesías establecerá a su llegada (Naturei Karta), hay
también judíos que defienden la existencia del estado de Israel, pero que difieren, y así lo expresan,
de la ocupación y el desplazamiento, destrucción y discriminación de la población palestina.
¿Y qué es el antisionismo?

Al contrario del sionismo el antisionismo niega el derecho de Israel a ser parte de las naciones
reconocidas y, por ende, de su pueblo a la autodeterminación y a la creación del estado de Israel en
territorio de Palestina.

A diferencia de la crítica sensata, racional y argumentada a las políticas del gobierno de Israel, el
sionismo confronta la legitimidad misma de su existencia como estado.
¿Y de Colombia qué?

En fin, mirando las cifras de la infamia de los sionistas en contra del pueblo palestino se advierte
que éstas no son, y en mucho, comparables con la violencia ejercida por el estado asesino, sus
cómplices paramilitares, su clase política, terrateniente y empresarial y los movimientos guerrilleros
en contra de los colombianos.

Entonces la pregunta que inmediatamente surge frente a la vulnerabilidad de una ciudadanía
victimizada y manipulada por políticos venales y una prensa vendida e inmoral, la ineficacia y
manipulabllidad de nuestra justicia, es ¿Cuándo la Corte Penal Internacional hará lo propio con
Colombia?

¿Por qué, pese a los esfuerzos que se han hecho para lograr la paz, para implementarla y
robustecerla, la Corte Penal internacional no dice nada ante la terrible gestión del gobierno de Iván
Duque, la desviación de recursos, el incumplimiento deliberado de los acuerdos de paz, la crítica
salvaje y malintencionada de la prensa y de los políticos de la derecha al desarrollo del proceso y los
continuos saboteos de los grupos violentos a ese noble e indispensable propósito?
Amanecerá y veremos…

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