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Mar. Jun 25th, 2024
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En una gélida mañana de lunes de diciembre de 1910, Dorothy Arnold, una joven de 25 años de la alta sociedad, salió de su mansión del Upper East Side, en Nueva York (Estados Unidos), para ir a comprar vestidos para el próximo baile de debutantes de su hermana pequeña Marjorie. Le dijo a una amiga que iba de compras con su madre y ésta le respondió que prefería ir sola.

Dorothy, la hija mayor de la alta sociedad Arnold, una familia rica y bien relacionada con raíces que se remontan al Mayflower, llevaba despreocupadamente 30 dólares en efectivo (casi 1000 euros en moneda actual) y vestía a la última moda neoyorquina. Dejó en casa su ropa, sus joyas y su pasaporte.

Con el ánimo alegre, Dorothy compró un libro de humor y una caja de bombones de 200 gramos, cargando ambos a la cuenta de su padre. Poco antes de las dos de la tarde, en la esquina de la calle 27 con la Quinta Avenida, Dorothy se encontró con una amiga con la que mantuvo una breve pero animada charla, en la que mencionó casualmente sus planes de volver a casa paseando por Central Park. Después se despidió de su amiga y desapareció para siempre.

La sensacional desaparición de Dorothy Harriet Camille Arnold, hoy el caso más antiguo de desaparición de una persona en Nueva York, ha desconcertado a detectives y ciudadanos desde entonces. Pero quizá a nadie más que a su propia familia, cuyos descendientes vivos se enteraron de su caso como todo el mundo.

“Tenía treinta y tantos años cuando leí La historia de la justicia en el Sunday Daily News, que presentaba el caso”, recuerda Jane Vollmer, sobrina nieta de Dorothy. Reconoció su apellido, hizo la conexión y preguntó a su padre.

Entonces y ahora, la familia Arnold sólo habla de Dorothy a regañadientes. La madre de Vollmer, Rebecca, nacida cinco años después de la desaparición de Dorothy, nunca había hablado de ella, que se sepa. No se había hecho ninguna declaración pública en más de un siglo, hasta ahora, y Vollmer sospecha que ésta tiene a su antepasada revolcándose en la tumba: “Mi abuela estaría absolutamente horrorizada de que se desenterrara todo esto 100 años después”.

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La extraña desaparición de Dorothy Arnold

La familia Arnold supo que algo iba mal cuando Dorothy no volvió a casa para cenar. Cuando al anochecer no había regresado, llamaron a sus amigos. Y cuando por la mañana seguía sin aparecer, los Arnold contrataron a un abogado y a un equipo de investigadores privados de la Agencia Pinkerton. Sin embargo, no llamaron a la policía hasta pasadas seis semanas.

Que lo anterior suene sospechoso (o no) depende de a quién se le pregunte y cuándo. “Creo que la actitud hacia la policía era que ellos estaban para encargarse de borrachos, inmigrantes y delincuentes”, dice Vollmer. Su hermano menor, Mark Vollmer, de 67 años, está de acuerdo: “Ahora damos por sentado que, por supuesto, llamarías a la policía, pero entonces la gente era muy reservada”.

Peor que la policía, probablemente, eran los medios de comunicación, cuyas desenfrenadas especulaciones serían (y acabaron siendo) socialmente devastadoras.

Pero cuando los detectives de Pinkerton no encontraron nada, el patriarca Francis Rose Arnold llamó a regañadientes al Departamento de Policía de Nueva York y dio una rueda de prensa el 25 de enero. Describió a Dorothy con todo detalle: 1,54 metros de estatura, 63 kilos, guapa y elegante con un vestido azul marino hasta los tobillos y un sombrero de terciopelo sobre su “pompadour completo”. Ofreció una cuantiosa recompensa de 1000 dólares (unos 33 000 dólares actuales) por cualquier información que condujera a su paradero.

Al día siguiente, la desaparición de Dorothy Arnold apareció en la portada del New York Times. Aunque su padre estaba “postrado por la pena y la preocupación” y su madre “al borde del colapso nervioso”, el artículo señalaba que la policía creía que Dorothy había huido para casarse y no por un jugarreta o intenciones suicidas. “No hay rastro de locura en la familia, y la joven nunca había mostrado signos de una mente perturbada, aunque era devota de los libros y hablaba varios idiomas”.

En efecto, Dorothy Arnold no era como la mayoría de las chicas de su época y condición. Recién licenciada en literatura por el Bryn Mawr College, una universidad liberal de Filadelfia, Dorothy aspiraba a algo más que al matrimonio; quería ser escritora y había estado enviando (sin éxito) relatos cortos a la revista McClure’s. Pidió un estudio en el bohemio Greenwich Village, algo que su padre le prohibió, y cuando su familia se burló de sus esfuerzos como escritora, utilizó su amplia asignación para comprar un apartado de correos privado.

“La Srta. Arnold no era de naturaleza reservada”, escribió el Times; “aunque ha sido admirada por muchos hombres jóvenes, un representante de la familia dijo anoche que nunca había estado comprometida, que ellos supieran”. Lo supiera o no su familia, Dorothy escondía muchos secretos y la prensa estaba a punto de ir a escarbar.

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Los secretos de Dorothy Arnold

El 15 de febrero, el Daily News soltó una bomba: el septiembre anterior a su desaparición, Dorothy había empeñado sus joyas para financiar una estancia de una semana en el Hotel Essex de Boston. Aunque le había dicho a su familia que estaba visitando a una amiga en Cambridge, en realidad Dorothy estaba con George S. Griscom Jr. un soltero desempleado de 40 años de Pittsburgh con quien había estado saliendo en secreto desde sus días en Bryn Mawr.

Entre sus muchas incorrecciones, Griscom tenía un embarazoso compromiso roto con otra rica heredera, que canceló la boda la noche anterior. Sus amigos decían que Griscom también le había propuesto matrimonio a Dorothy, pero el padre de ésta lo desaprobaba rotundamente.

Los Arnold lo negaron todo, pero se supo que la madre y el hermano mayor de Dorothy, John, habían navegado a Europa semanas antes para encontrar y enfrentarse físicamente a su novio (“Griscom agredido por el joven Arnold en un hotel en el extranjero”, rezaba un titula). Griscom negó tener conocimiento alguno de la desaparición de Dorothy y le juró su amor y su intención de casarse con ella a su regreso.

“Obviamente, el camino trazado para Dorothy era casarse con un hombre ‘adecuado’ de una familia igualmente adinerada y bien relacionada, y criar hijos que hicieran lo mismo”, dice la historiadora Silvia Pettem, que incluyó a Dorothy Arnold en su libro Cold Case Chronicles: Mysteries, Murders & The Missing [Crónicas de casos frios: Misterios, asesinatos y desaparecidos]. Las aspiraciones de Dorothy de mudarse, escribir y salir con quien quisiera demuestran a Pettem que la heredera ya se estaba desviando de ese camino: “Dorothy simplemente no encajaba en el molde que se esperaba de ella”.

A pesar de su talante alegre y su privilegiada suerte en la vida, una carta a Griscom que salió a la luz reveló un lado más triste de su amante clandestina: “McClure’s me ha rechazado”, escribió; “el fracaso me mira fijamente a la cara. Todo lo que veo por delante es un largo camino sin retorno”. Y luego, premonitoriamente: “Mamá siempre pensará que ha ocurrido un accidente” (su madre, que conste, nunca perdió la esperanza de que su hija pudiera volver).

Abundaban otras teorías: en abril de 1914, un “hospital de maternidad” de un suburbio de Pittsburgh conocido como la “Casa del Misterio” fue asaltado por la policía. Arrestaron a C. C. Meredith, un médico que ofrecía abortos ilegales, quien alegó que Dorothy había sido una de las muchas mujeres que habían muerto en su mesa y habían sido incineradas en el sótano. Algunos suponen que Dorothy se quedó embarazada durante su fin de semana secreto en Boston y que había viajado a Pittsburgh, aconsejada por Griscom, para someterse a un procedimiento que finalmente la mató. Francis Arnold calificó esta teoría de “ridícula”.

Dos años más tarde, un convicto confesó que un hombre rico de Nueva York le había pagado 250 dólares por trasladar y enterrar el cadáver de la heredera en el sótano de una residencia de los suburbios de Nueva York. La policía excavó en muchas casas de la zona, pero no encontró nada. El hombre, dijo Arnold, soltó “auténticas tonterías”.

Aunque las Crónicas de casos sin resolver de Pettem se inclinaban en última instancia por este último como el destino más probable de Dorothy, la autora e historiadora ha cambiado de opinión desde entonces. “Solía pensar que murió en un aborto chapucero”, dice Pettem; “pero ahora creo que se marchó y empezó una nueva vida”.

En una época anterior a la existencia de los números de la seguridad social, dice Pettem, desaparecer era tan fácil como cambiarse el nombre y el peinado. Ciertamente, muchas morenas guapas se parecían lo suficiente: en 1914, una mujer que vivía en Los Ángeles con el nombre de “Ella Nevins” afirmó que ella era la socialité desaparecida. “Si no creen que soy Dorothy Arnold”, citaba el Gettysburg Times; “pregunten a mi hermana Marjorie. Ella sabrá por qué mi padre no responde a mis cartas”.

Sin embargo, hubo innumerables afirmaciones similares, así como notas falsas al azar, supuestos “avistamientos” y postales de “Dorothy” que inundaron a la familia Arnold. Una, aparentemente de puño y letra de Dorothy, decía simplemente: “Estoy a salvo”.

Públicamente, la familia de Dorothy dijo que creía que había sido secuestrada y asesinada, una teoría que su padre mantuvo hasta su muerte en 1922. En privado, según la vieja historia familiar, llegó a gastarse un millón de dólares en su interminable búsqueda de Dorothy.

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La familia habla

Es posible que Frances Arnold no encontrara a su hija porque ella no quería ser encontrada. También es posible que los Arnold supieran exactamente lo que le ocurrió a Dorothy y lo enterraran para evitar un escándalo. Pero es más probable que estuvieran tan despistados como el resto de nosotros: lo que para nosotros es carne de documental true crime, para ellos es un trauma familiar.

“El sensacionalismo fue muy hiriente para la familia, incluso hoy”, dice Martha LaFata, otra hermana de los Vollmer. Los pocos podcasts que ha escuchado le han parecido “frívolos y sarcásticos”, dice, y las conjeturas no tienen sentido. “Lo mejor que puedo hacer por la familia es no entrar en especulaciones y respetar el hecho de que estas personas ya no están”, afirma; “soy una persona muy reservada, como lo eran mi madre y mi abuela”.

“Mi abuela no era mala ni nada por el estilo, pero tampoco era cariñosa y mimosa”, dice Jane, que también se muestra comprensiva; “Dorothy salió a comprar un vestido para la fiesta de mi abuela, lo que creo que lo hizo aún más duro para ella”. Marjorie se casó a los 20 años con un hombre acaudalado y respetable, aunque más tarde se divorció y se trasladó a Francia. Probablemente para evitar la notoriedad, Marjorie dejó de usar el apellido “Arnold”.

La hija de Marjorie, Rebecca, sufrió depresión toda su vida. Cuando murió otro miembro de la familia, heredó una sorpresa. “Los papeles y las cartas de Dorothy fueron a parar a mi madre, que los destruyó todos”, dice Mark; “si había un secreto familiar, mi madre quizá nunca lo supo. Y si lo sabía, se fue a la tumba con ella”.

¿Preferirían los Arnold que se quedara allí para siempre? “100 años después, no espero ningún tipo de resolución”, dice Jane. “No sé si habrá un final feliz”, coincide Martha.

Mark, sin embargo, es el único creyente del grupo: “Estaría muy bien que alguien pidiera [una prueba de] ADN para triangularlo hasta nosotros”, dice; “supongo que todo puede pasar”.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

National Geographic
Fuente de esta noticia: https://www.nationalgeographic.es/historia/2024/05/caso-dorothy-arnold-desaparicion-mas-antiguo-nueva-york-sigue-conmocionando-herederos

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