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Dom. Jun 30th, 2024
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POR CARLOS FAJARDO – Cuenta X Fastidiardo
PARA PRENSA MERCOSUR

Asesinan a una compañera enfermera jefe que venía siendo amenazada por su expareja y tenía medidas de protección entre las que se encontraba el trabajo en casa. La administración de la señora Victoria Eugenia Martínez decidió que, pese a las medidas de protección y a las amenazas, debía ir a trabajar presencialmente.

Son cómplices de su asesinato. ¡Miserables!

Paz en la tumba de la jefe Natalia.

Hoy los trabajadores de la salud de la Subred Norte estamos de luto y exigimos explicaciones y la renuncia de Patricia Ortiz, coordinadora de enfermería y de la cabeza de la Dirección de Servicios Ambulatorios, Ana María Mahecha Buitrago, también de Alejandra Taborda quien se desempeñó como gerente encargada y hoy funge como subsecretaria de participación social en la secretaria de salud y Victoria Eugenia Martínez, actual gerente de la subred Norte, por su responsabilidad en el feminicidio de Natalia Vásquez, enfermera jefe que tenía medidas de protección y cautelares para salvaguardar su vida, entre las cuales la opción de trabajo en casa desde la casa refugio en la que se alojaba con su niño de 3 años.

Una directiva promulgada por Alejandra Taborda, en ese momento gerente encargada de la Subred la obligó a abandonar su refugio para trabajar presencialmente, exponiendo su vida, la que finalmente le fue segada por su expareja, el criminal feminicida que aprovechó su desamparo y su desprotección, consecuencia de las infames decisiones administrativas de las funcionarias arriba anotadas.

Según se pudo establecer Natalia derivaba su sustento de un contrato como enfermera jefa, para realizar las actividades propias de su profesión, siempre de carácter misional, bajo la forma de ORDEN DE PRESTACION DE SERVICIOS, con lo devengado cubría sus necesidades y las de su pequeño hijo de tres años, trabajaba en una de las sedes ambulatorias de la localidad de Suba, por un tiempo lo hizo de manera virtual, tal como las autoridades lo habían autorizado y exigido como manera de salvaguardar su vida ante las sustentadas amenazas que pendían sobre su vida y la de su pequeño hijo.

Un día cualquiera a alguna tecnócrata mezquina se le ocurrió que la subred no se beneficiaba lo suficiente del trabajo de Natalia y, para presionar su retorno a la presencialidad, decidieron suspenderle su precario contrato cerrando de manera inmisericorde su única fuente de ingresos, afectando infamemente su mínimo vital.

Recordemos que los contratistas por ORDEN DE PRESTACIÓN DE SERVICIOS tienen una lista muy larga de deberes o tareas a realizar, pero una muy corta de derechos que, por lo general, son violados, como, por ejemplo, el derecho a percibir en forma regular y oportunamente sus honorarios. No tienen estabilidad alguna, no perciben bonificaciones por trabajar en horas nocturnas, dominicales ni festivas, mucho menos compensatorios, no tiene vacaciones, ni cesantías, deben pagar de su reducido ingreso la totalidad de las obligaciones con el sistema de seguridad social, tampoco tienen derecho a la actualización anual de sus ingresos en compensación con el aumento del costo de vida, pueden estar muchos años percibiendo la misma suma con la que inicialmente fueron contratados.

Si por alguna razón se enferman no se les reconoce incapacidad y, en el mejor de los casos, terminan en una suspensión provisional de común acuerdo del contrato mientras se recuperan, lo que quiere decir, palabras más, palabras menos, que durante su enfermedad no perciben ingreso alguno.

En fin, ante la decisión de alguna mezquina tecnócrata de suspenderle su única fuente de ingresos, Natalia tuvo que buscar la manera de hablar con las insensibles tecnócratas, rogarles que le reactivaran el contrato y someterse a exponer su vida abandonando “voluntariamente”, como se atrevió a decir cínicamente la secretaria de la mujer, la casa refugio para realizar sus labores de manera presencial, tal como se lo exigían. De nada valieron sus explicaciones, constancias y ruegos: Natalia tuvo que salir de su refugio y volver a su casa, justamente donde finalmente la ejecutó con frialdad y sevicia el criminal feminicida.

El feminicida simplemente ejecutó el acto final al que condujeron las decisiones mezquinas e infames de un grupo de importantes y bien remuneradas funcionarias administrativas.

¿Para qué tanto teatro? ¿Para qué tanto esfuerzo y tanta lucha para preservar su vida? ¿Para qué el esfuerzo y dedicación, la preocupación y compromiso de tantas personas que intentaron salvarla? ¿Para qué tanta norma y tanto cuento con la línea púrpura, la casa refugio?

Natalia hizo la vuelta completa, golpeó todas las puertas, recibió muchos apoyos, pero sólo faltó el apoyo de la Subred Norte, la entidad para la cual trabajaba, una entidad que tiene en su ADN la protección de la vida.

Pese a que se legisla a favor de la protección de la vida y se castiga con dureza el feminicidio, al punto que recientemente se anularon todos los beneficios que sorprendentemente la ley les concedía a los feminicidas, Colombia sigue siendo en el mundo uno de los países donde se registran con mayor frecuencia y mayor impunidad estos execrables hechos.

Nuestra sociedad patriarcal y machista es un entorno dónde, a la vez que se exalta la belleza de la mujer, se le limita y se le dificulta el ascenso en el medio laboral y social, el acceso a la salud y la educación, se desconoce su talento y su inteligencia.

Claro, en los últimos años esto ha cambiado, de hecho, en las nuevas reformas que se tramitan, especialmente la pensional y la laboral, se abordan tópicos que pretenden solucionar las inequidades y asimetrías que siguen afectando a las colombianas.

En el tema de salud, por otra parte, en los últimos años hemos experimentado un retroceso post-pandémico en las cifras de los indicadores de salud de la mujer, situación que nos aleja del cumplimiento de los objetivos del milenio.

Nuestras mujeres siguen siendo víctimas de explotación y abuso laboral: El acoso en todas sus formas, incluyendo esa horrible y denigrante modalidad sexual, sigue galopando en las empresas, en las universidades y colegios, muchas mujeres prefieren callar para no perder sus empleos o para evitar ser señaladas y convertirse en objeto de burlas y ultrajes.

Cuesta entender, frente a ese esfuerzo descomunal que ha hecho la sociedad para garantizar la vida y la honra de las colombianas, para dignificar su convivencia, para facilitarles el acceso a la educación y la salud, para reconocer el mérito de ser trabajadoras tanto en su sitio de labores como en la casa, donde no son muchos los hombres que asumen solidariamente su parte en las tareas domésticas y de crianza de los hijos, como es que una entidad que tiene en su misionalidad justamente: “Consolidar el Modelo de Atención Integral en Red, garantizando la prestación de servicios integrales de salud, con enfoque en la gestión de riesgo, servicios humanizados, accesibles y oportunos, impactando positivamente las condiciones de salud de nuestros usuarios, familia y comunidad”, pasa por alto las alarmas y desconoce olímpicamente las medidas de protección que garantizaban para Natalia Vásquez Amaya ni más ni menos que su vida.

¿Sentirán acaso alguna clase de remordimiento las directivas de esa Subred que prevaricaron al desconocer esas medidas cautelares y terminaron convirtiéndose en su arrogancia e inhumanidad en cómplices del feminicida?

Para colmo de males en un video difundido pocas horas después del lamentable crimen el señor alcalde mayor de Bogotá termina responsabilizando a las mujeres de su terrible suerte por no identificar las señales ominosas que hacen prever un desenlace brutal y fatal, un feminicidio.

Hace recordar el señor alcalde a ese otro figurín de la ultraderecha cavernaria que claramente responsabilizó hace algunos años a Rosa Elvira Cely de su terrible muerte por andar sola en sitios solitarios y por ende peligrosos, válgame dios.

Frente a los hechos que hoy lamentamos y haciéndonos cargo del limitado papel de nuestra clase política y su precario compromiso con la defensa de la vida y honra de las colombianas, que los hace sentir muy llenos de si mismos y satisfechos de limitar su actuar a largas parrafadas contenidas en sus diversos escritos y discursos que no van más allá de las palabras, pero que no se concretan en hechos palpables, que nos eviten el dolor de esas muertes absurdas, las entidades gremiales y sindicales de los trabajadores de la salud han manifestado su indignación y han hecho un llamado a la solidaridad de toda la comuni9dad y al cumplimiento del compromiso de las autoridades en la salvaguarda del derecho a la vida de las colombianas.

El sindicato SINCOEST (SINDICATO COLOMBIANO DE EMPLEADOS ESTATALES) se pronunció lamentando la absurda muerte de la enfermera jefe Natalia Vásquez Ayala.

En el mismo sentido se pronunció la ASOCIACION NACIONAL DE ENFERMERAS (ANEC), exigiendo se investigue a fondo las circunstancias que llevaron a que se produjera este terrible hecho.

Teníamos la certidumbre que el gremio médico, representado por SIMO, ASMEDAS, SICOLPED, se iba a manifestar al respecto de manera enérgica y contundente, la defensa de la vida no admite medias tintas ni pusilanimidades, o se defiende la vida o se buscan fórmulas para edulcorar el abuso. Pero hasta el momento no ha habido pronunciamiento alguno, quizás se despierte su conciencia en las próximas horas. Ciertamente lacera y ultraja su silencio.

En una declaración a la prensa el secretario de Salud, Gerson Bermont, hesita y trastabilla al tratar de explicar las situaciones y decisiones que llevaron a que este crimen se escenificara, se equivoca al decir que la víctima trabajaba en la Subred Centro Oriente, con lo que además victimiza a todos los trabajadores y directiva de esta subred tan vapuleada en la anterior administración, trata de sacar en limpio a las protagonistas preterintencionales de este feminicidio.

¡Qué vergüenza, señor secretario!

Olvidaba contarles que la señora Alejandra Taborda, mencionada al comienzo de este artículo y quien promulgara la directiva que sacó a Natalia de su nido protector es presuntamente una líder feminista que, en alguna ocasión, hace algún tiempo, antes de ser capturada por la burocracia trinó y pataleó en contra del abuso a la mujer y el feminicidio.

En fin, para concluir nos asalta una duda enorme, nos inquieta en forma dolorosa y temible que tal parece que, en vez de evitarlo y sancionarlo, algunas autoridades como las directivas de la Subred Integrada de Servicios de Salud Norte de Bogotá estuvieran PROMOVIENDO EL FEMINICIDIO.

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