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Jue. Jun 27th, 2024
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Cerca del 14 de junio nuestra soberanía se vio amenazada por el avance británico. Para contrarrestarlo, los militares argentinos dieron todo de sí en los últimos combates, librados en las alturas que rodean Puerto Argentino. Sus hazañas se convirtieron en verdaderos ejemplos de bravura que, aún 42 años después, siguen inspirando. 

Cientos de años antes, los ingleses ya habían venido por nuestras tierras. En las Invasiones de 1806 y de 1807 y, posteriormente, en la Batalla de “Vuelta de Obligado”, los soldados argentinos dieron muestras de su compromiso con la soberanía y la libertad. Y, en todas aquellas oportunidades, fueron reconocidos por la bravura puesta en juego, aun en disparidad de condiciones.

“Los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”, le escribió el general José Francisco de San Martín a su amigo Tomás Guido, con motivo del enfrentamiento librado el 20 de noviembre de 1845. Así fue siempre, y la Guerra de Malvinas, no fue la excepción. 

DEF pudo reunir los relatos de los protagonistas de los enfrentamientos que tuvieron lugar entre el 11 y el 14 de junio de 1982.

Con el desembarco británico, llegaron los combates más desafiantes. Incluso, se llegó a pelear cuerpo a cuerpo. Los militares argentinos estaban dispuestos a dejarlo todo en defensa de la soberanía (Foto: Archivo DEF)

¿Cómo fueron esos últimos combates, librados en total oscuridad, mientras el suelo temblaba, y las bengalas iluminaban la lluvia de esquirlas, piedras y explosiones? Según las historias recopiladas, los gritos y los ruidos de las armas no pudieron acallar la hermandad entre los guerreros argentinos y su deseo de dejarlo todo en nombre de la soberanía.

Malvinas, la última resistencia: “Fue una locura”

El combate de monte Longdon fue protagonizado por el Regimiento de Infantería 7. Con ellos, y en apoyo, estaba el soldado Daniel Orfanotti, del Regimiento de Infantería 1 “Patricios”, quien había ido con el rol de apuntador de ametralladora. Su compañero, el soldado Claudio Alfredo Bastida, era su abastecedor.

En palabras de Daniel Orfanotti, el 11 de junio el Monte Longdon se transformó en un verdadero infierno (Foto: Archivo DEF)

“El 11 de junio, mientras estaba en la carpa, escuché una explosión. Ahí empezó el combate. Te puedo asegurar que fue una locura”, contó a DEF.

Cerca de las tres de la mañana, les cayó un “bombazo”: Claudio había fallecido. Orfanotti reaccionó después de un rato: “Estaba todo cubierto de tierra y de piedras. Sentía un zumbido en el oído izquierdo. Del costado del cuello me caía sangre”.

El soldado Claudio Alfredo Bastida cayó en combate en la madrugada. Orfanotti, su compañero, llegó malherido al hospital de Puerto Argentino (Foto: Archivo DEF)

Tras ese ataque, llegó caminando, como pudo, a Puerto Argentino, donde lo atenderían. Aún hoy lleva en su cuello la esquirla que lo dejó fuera de combate.

“Era un infierno”, el recuerdo de la guerra en primera persona

Luego de combatir en Longdon, parte del Regimiento 7 se dirigió hacia Wireless Ridge. Por entonces, los combates eran intensos. Pudieron replegarse, mientras el Regimiento de Infantería 3 iniciaba un contraataque.

El apoyo de fuego de la artillería fue clave en la incertidumbre del combate (Foto: Archivo DEF).

Junto a esta última unidad militar, se encontraban el entonces sargento Manuel Villegas (hoy sargento ayudante retirado del Ejército) y el soldado Esteban Tries.

Los días previos al desenlace, Villegas y su unidad se habían dedicado a cavar pozos y reforzar posiciones, pero también protagonizaron momentos de camaradería y solidaridad. Como aquel con el soldado José Luis Cerezuela, un joven que, durante la instrucción, le había comentado a Villegas que él había escapado a los nueve años de su casa y no tenía a nadie de quien recibir cartas.

“Reuní a mi gente y les dije: ‘Muchachos, cuando respondan las cartas, pidan que alguien le escriba‘”, relató. Días más tarde, llegaron otras. “Cuando el tipo agarró la carta, miró para el cielo y gritó: ‘Es para mí, Dios mío, alguien se acordó de mí’”, recordó conmovido.

Una formación del Regimiento de Infantería 25 en los días previos al mes de junio, momento en el que los combates comenzarían a intensificarse (Foto: Archivo DEF).

Hacia el 13 de junio, el teniente primero Víctor Hugo Rodríguez le comunicó al regimiento de Villegas que habían recibido la orden de realizar un contraataque sobre Wireless Ridge.

“Era un infierno. Habían dado la orden de replegar, pero, como no había comunicaciones, nosotros no lo sabíamos. De hecho, los ingleses se llevaron la sorpresa de ver aparecer gente de nuevo, y nosotros, la de encontrarnos con ellos. La cuestión es que le grité a Tries que pasara la voz de que íbamos a salir”, relata Villegas, que cuando intentó cambiar su posición, fue gravemente herido.

El triste recuerdo del arrío de la Bandera argentina

El soldado Esteban Tries tiene un buen recuerdo de su oficial, Rodríguez: “Él cayó a la compañía dos días antes de ir a Malvinas. No lo conocíamos y lo habíamos prejuzgado por gritón. Después, en la batalla, nos demostró todo lo contrario: resultó ser un líder extraordinario”, reflexionó.

Y recordó el momento en el que se trasladaron a Wireless Ridge, y Villegas dio la orden de cruzar un arroyo: “Nos empapamos hasta los hombros. No había más fuerza para nada. Ahí apareció la voz de Rodríguez, que nos dijo ‘Carrera, mar, ¡viva la Patria!’. Y empezó a subir solo. En un segundo y medio, nuestros jefes iban adelante. Ese fue nuestro empuje para sentir que todavía se podía”.

En Malvinas, Esteban Tries le salvó la vida al Sargento Villegas, quien fue herido al intentar cambiar de posición en un contraataque en Wireless Ridge (Foto: gentileza Esteban Tries)

Luego, ya en el monte, fue cuando Villegas quedó fuera de combate: “Me dijo ‘dispará hacia el lugar desde donde vienen las trazantes’. Yo le dije que él estaba en el medio (herido) y me contestó que tirase igual porque él ya estaba liquidado”. 

Aquella noche, junto a Tries, estaba el soldado Cerezuela. Ambos sin fusiles, y con las manos levantadas, fueron en busca del sargento. “Le salía sangre a borbotones y el hospital estaba a ocho kilómetros. Su sueño era volver y abrazar a su hija. Cuando le cayó la ficha de que no lo iba a poder cumplir, se puso a llorar y a rezar. Me decía que no aguantaba el dolor, que me hiciera cargo del grupo”, narró Tries, que llegó a decirle a Cerezuela que avisara que debían bajar. Él y otro compañero cargaron a Villegas y lo llevaron a Puerto Argentino, donde los médicos lo salvaron.

“Cuando bajan tu bandera e izan la enemiga, es muy duro. Había un silencio triste. Nos llevaron a Puerto Madryn, donde nos esperaron con los brazos abiertos. Después, a Buenos Aires, pero ahí no había nadie. Durante veintitantos años, no hubo nadie”, se lamentó Tries.

Al mismo tiempo, reveló que vivieron momentos complicados hasta que pudo entender que había que mantener viva la gesta y la memoria. Por eso, junto a otros Veteranos, conformaron la Asociación “Malvinas, educación y valores” y llevan un mensaje de esperanza y paz a escuelas e instituciones.

El entonces subteniente Juárez, en Río Gallegos, el día anterior a ser desplegado en las Islas Malvinas (Foto: gentileza Mario Juárez)

Entre el fuego enemigo y los sapucay

El capitán retirado Mario Héctor Juárez fue a la guerra como subteniente del Regimiento de Infantería 4, unidad correntina que protagonizó los combates sobre los montes Harriet y Dos Hermanas. 

El 29 de mayo de 1982 le llegó la orden de dirigirse, junto a sus hombres, hacia el Monte Harriet. “El repliegue fue durísimo ya que los ingleses comenzaron a tirarnos con artillería y morteros“, señaló.

“Mi sección fue transportada en helicópteros, pero, al no haber reconocido las nuevas posiciones, nos dejaron con las piezas bastante desparramadas”, contó, mientras agregó que, hasta el ataque final del 11 de junio, estuvieron bajo fuego enemigo de manera constante.

Juárez en el Bahía Paraíso, todavía convaleciente, pues fue herido en uno de los últimos combates de la Guerra (Foto: gentileza Mario Juárez).

Las bajas empezaban a sentirse y, para entonces, este oficial, que antes contaba con cuatro o cinco soldados y un suboficial por pieza, tuvo que destinar solo dos o tres y poner a los dragoneantes (soldados destacados) en reemplazo de los suboficiales heridos.

Juárez también relata que tuvieron oportunidad de devolver esos ataques cuando lograron abrir fuego sobre la infantería inglesa desplegada en la zona de Port Harriet House: “Estábamos enfervorizados, contentos de poder devolver algunos golpes. Los gritos y los sapucay se sucedían ininterrumpidamente”, comentó.

En aquel momento, la artillería inglesa comenzó a efectuar puntería sobre sus posiciones. “Todo el mundo permanecía cuerpo a tierra. Para mis adentros, pensaba que, por un lado, nosotros poníamos valor, sacrificio y entrega; y, por el otro, el enemigo ponía los mismos valores para eliminarnos”, recordó.

Una de las posiciones del Regimiento de Infantería en el Monte Dos Hermanas Foto: gentileza Esteban Vilgré La Madrid).

“Les descargué mi pistola, y el suboficial hizo otro tanto con su FAL”

La sección del Regimiento de Infantería 4 se aproximaba al combate final y comenzaba a sentir el poder del fuego de los ingleses. “Habíamos recibido la orden del jefe de unidad, que nos dijo que estábamos en una misión de sacrificio y nos pidió que estuviéramos a la altura de las circunstancias”, comentó.

La noche del 11, el grito del cabo Carlos Cortez lo hizo entrar en situación: “¡Son los gringos, se vienen!”. El enemigo estaba a tan solo 15 o 20 metros. “Les descargué mi pistola, y el suboficial hizo otro tanto con su FAL. En ese instante, me volteó un estallido de un lanzacohetes Law 66 que impactó a escasos centímetros de mi cabeza”, contó el oficial del 4, que permaneció boca arriba.

Y al ver dos Marines cerca, llegó a arrojarles una granada MK 2: “Ambos comenzaron a avanzar y me dispararon una ráfaga de fusil. En ese momento, el inglés comenzó a hacer señas con el FAL para que saliera y le expliqué que estaba herido”.

El británico lo resguardó y se puso a charlar con él mientras duraba el combate: “Me dijo que entre nosotros no había odio y que teníamos honor, ¡que habíamos peleado muy bien! Me dio un paquete de castañas de cajú y yo le di mi botellita de whisky. Me anotó su dirección en un papelito, que lamentablemente perdí”.

Juárez quedó fuera de combate en Monte Harriet. Ocho días después, nació su primer hijo: “¡Me estaba esperando!”, concluye. “Quisiera resaltar el valor de mis suboficiales y soldados. Fueron muy valientes y no escatimaron en esfuerzos para hacer lo que tenían que hacer”, finalizó.

Una foto tomada el 2 de junio, lo muestra a Esteban Vilgré La Madrid antes de salir a patrullar (Foto: gentileza Esteban Vilgré La Madrid).

“Nos habíamos acostumbrado al ruido del combate”

El coronel retirado (hoy director del museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur) Esteban Vilgré La Madrid estuvo en el Monte Dos Hermanas, durante un combate leve y a la distancia, antes de ir al Tumbledown. “Me terminaron mandando, junto a mi compañía, a hacer contraataque donde estaba la sección del teniente Vázquez, que había rechazado un ataque a las 12 de la noche y, luego, otro cerca de las dos de la mañana, combatiendo cuerpo a cuerpo las dos veces. Finalmente, en un tercer ataque, conquistaron sus posiciones”, dijo.

Su sección se topó con los escoceses en Tumbledown. “Fue tan duro que, cuando el jefe de batallón de Guardias Escoceses vio que se acercaba el día y no tendrían cómo ocultarse, puso toda la carne al asador y, si bien en el primer combate eran cuatro pelotones contra el mío, mandaron dos pelotones más y mayor cantidad de ametralladoras“, indicó.

“Cuando lograron reforzar sus posiciones, a mí me quedaba solo la ametralladora del soldado Poltronieri. Empezaron a imponer su superioridad”, relató el oficial que debió egresar prematuramente del Colegio Militar de la Nación para ser destinado en el Regimiento de Infantería 6 antes de partir hacia las Malvinas.

Así ingresaba Vilgré La Madrid a Puerto Argentino. De fondo, el humo revela la posición de algún ataque (Foto: gentileza Esteban Vilgré La Madrid).

“El soldado radioperador siempre se ríe porque yo empecé a gritar en inglés que no disparasen; quizá, si creían que éramos británicos, dejaban de atacar y yo me podía replegar con mis soldados. ¡Pero se ve que mi acento fue muy malo!”, detalló, antes de explicar que, finalmente, quedaron resguardados en los pozos. Esta escena fue divisada por el subteniente Robledo y el sargento primero Corbalán. “Ellos los distrajeron y ahí pudimos replegar”, contó.

“Tenía las rodillas y los codos hinchados por los golpes del combate”

Esteban Vilgré Lamadrid recordó el momento en el que todo terminó. “Nos habíamos acostumbrado al ruido del combate y, cuando entramos a Puerto Argentino, se produjo un silencio que me lastimaba. En lo personal, me sentía un fracasado que no había sabido cuidar a mis hombres”, señaló.

Y agregó: “En ese momento, se me acercó el soldado Britos y me pidió una foto. Me explicó que nos merecíamos ese recuerdo, que algún día íbamos a estar orgullosos de ese momento porque habíamos peleado bien. En ese momento, no lo entendí y tengo esa imagen: con Britos sacando pecho y sonriente, y yo, quebrado”.

El soldado Britos le pidió una foto a su jefe, el subteniente Esteban Vilgré Lamadrid. Reticente, por la angustia del momento, el oficial posó. “Tengo esa imagen, con Britos sacando pecho y sonriente y, yo, quebrado” (Foto: gentileza Esteban Vilgré La Madrid).

El joven subteniente permaneció oculto por la sombra de una vela. “Cada vez que pasaban lista, los soldados que faltaban eran de mi sección, así que me sentía cada vez peor. En un momento dado, un grupo de efectivos míos caminó hacia mí. Intenté pararme y me di cuenta de que tenía las rodillas y los codos hinchados por los golpes del combate”, recuerda.

‘Feliz cumpleaños, mi subteniente’, me dijeron, y me percaté de que era 15 de junio. Ahí me permití llorar. Les agradecí y les pedí perdón”, declaró, antes de finalizar revelando que Malvinas le permitió encontrar  la verdadera esencia de la profesión militar. “Si vuelvo a nacer, volvería a elegir esta tierra y ser soldado”.

 

Patricia Fernández Mainardi
Fuente de esta noticia: https://defonline.com.ar/defensa/resistencia-coraje-y-bravura-asi-se-lucho-por-nuestras-islas-malvinas/

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