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Jue. Jun 27th, 2024
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Antártida: el singular día a día de una médica pediatra en la base Marambio

Así se vive la campaña antártica de verano en la base Marambio en la mirada de una joven médica pediatra que ya sueña con volver.

Descubrimiento de habilidades impensadas, paseos exóticos, paisajes inimaginables, viajes en helicóptero, duchas escasas, conocidos que se convierten en familia son solo algunas de las sorpresas que vivió Florencia Tedeschi en su primera campaña en la Antártida.

La médica pediatra estudió medicina en la UBA y continuó su capacitación como residente en el Hospital Militar Central “Cirujano Mayor Doctor Cosme Argerich” (HMC). Con el grado de teniente primero, fue a trabajar como médica durante cinco meses, en la campaña de verano, a la base Marambio en la Antártida.

Florencia Tedeschi estuvo cinco meses como médica en la base Marambio.

En diálogo con DEF, relata que la decisión de elegir ese establecimiento sanitario para continuar su formación de posgrado estuvo relacionado con la posibilidad potencial de ser destinada en comisión en otros lugares, entre ellos y prioritariamente, la Antártida.

¿Cómo concretó su deseo de ser médica en la Antártida?

Conocer el continente blanco fue un deseo que tuve ya a los 16 años, una geografía diferente que conocí a través del padre de una de mis mejores amigas que es oceanógrafo”, cuenta. Una vez finalizada la residencia, pudo postularse y quedar seleccionada para participar de la campaña antártica.

A la gran alegría que sintió cuando le comunicaron su designación, se le sumaron algunos temores: ¿cómo sería estar en un lugar tan inhóspito? ¿Qué ocurriría si tuviera necesidad de volver de un sitio tan inaccesible? Esas, recuerda, fueron algunas de las inquietudes que jamás, aclara, se transformaron en dudas, porque para ella era la concreción de un objetivo muy preciado.

Si bien Florencia es pediatra, en Marambio no hay niños, pero en sus manos estuvo “la responsabilidad sanitaria” de todos sus compañeros.

“Durante la residencia tuve la posibilidad de estudiar en un hospital de alta complejidad. Los médicos militares tenemos una formación clínica básica y hacemos guardias en clínica médica con adultos”, señala Florencia. Y explica que como complemento y teniendo en cuenta que durante su permanencia en la base Marambio estaría enfocada justamente en los adultos, ya que no hay niños, se preparó haciendo diferentes cursos, entre ellos ecografía, manejo de vía aérea, reanimación cardiovascular, entre otros.

Por último, para poder acceder al cargo, durante unos meses participó del curso preantártico, donde no solo se interiorizó de muchas cosas relativas a su nuevo destino, sino que tuvo la oportunidad de conocer a quienes serían sus compañeros de campaña. “Incluso estuve a cargo de los controles de salud de los 50 militares que integrarían la dotación, aunque no era la totalidad de personas que estarían allí. Marambio, gracias a su pista de aterrizaje, es la puerta de entrada argentina a la Antártida y la base desde la que se despliega la mayor cantidad de científicos”, explica la médica.

Finalmente el 1 de diciembre de 2023, partió de la base aérea El Palomar el avión Hércules C-130 trasladando al personal rumbo a Río Gallegos, parada obligada antes de realizar el cruce a la isla Marambio, en el mar de Weddell, donde se encuentra emplazada la instalación científica homónima.

“Conocer el continente blanco fue un deseo que tuve ya a los 16 años”, contó a DEF Tedeschi.

Una vez allí, debieron esperar a que las condiciones climáticas fueran aptas para el ingreso que se pudo concretar el día 4. “Al bajar del avión, me sentí feliz y orgullosa de encontrarme en ese lugar. Lo primero que hice fue mandarle un mensaje a mi familia en el que le decía: ‘A partir de ahora, la responsabilidad sanitaria de toda la gente es mía‘”, recuerda Florencia.

Cotidianidad y aventuras en la Antártida

El paso siguiente al desembarco, fue instalarse en la habitación que le fue asignada. “Me tocó como compañera de cuarto una meteoróloga a quien no conocía, pero con la que nos llevamos de 10”, cuenta. Y a partir de entonces comenzó la rutina diaria que consistía en desayunar todos juntos alrededor de las 7:30 y después realizar alguna actividad logística de mantenimiento como levantar la nieve, ayudar en la cocina, acomodar los víveres, etc.

“A mí me tocó pintar la base y, aunque nunca había agarrado un pincel, fue divertido y quedó bien. Por la tarde me encargaba de las cosas de sanidad: inventarios, clases de prevención, controles de salud, atención clínica de quien la necesitara”, detalla.

Además de su labor como médica, Florencia, al igual que sus compañeros, realizó tareas de mantenimiento en general.

En cuanto a su labor como médica comenta que fue bastante tranquila y, sobre todo, enfocada en la prevención. La situación más difícil que debió afrontar fue la posible evacuación de un infartado proveniente de un buque británico, pero por condiciones climáticas el avión no pudo aterrizar y terminó siendo evacuado a la base chilena Frei.

Hubo un par de accidentes, pero ninguno grave. El más serio fue una fractura de radio -hueso situado en el antebrazo- que enyesé sin problemas porque había realizado cursos de primeros auxilios traumatológicos”. Por otra parte, aclara que de haberse presentado algún caso complejo contaba con el recurso de la telemedicina, “para consultar, de ser necesario, con especialistas”.

Durante los fines de semana, la pediatra realizaba diferentes actividades junto al resto de sus compañeros.

Florencia cuenta que pese a que fue la primera vez que se iba tan lejos de su casa y durante tanto tiempo, no le costó tanto como pensaba. “La tecnología ayuda muchísimo y también el hecho de tener una buena relación con el resto. Todo se hace en comunidad, por lo cual el grupo se transforma en tu familia”, reflexiona.

Independientemente de su tarea profesional, Florencia recuerda las actividades recreativas que realizaban los fines de semana. “Salidas grupales hasta la playa; caminar sobre el agua congelada; ver de cerca a los pingüinos y, de lejos, a las ballenas. Creo que uno de los lugares más lindos que conocí fue un refugio sobre la playa llamado Casa de Botes, parecido a una cabaña, donde trabajan los científicos. Desde allí se veían enormes bloques de hielo sobre el mar descongelado. Fue hermoso”, rememora.

El cielo y el esplendor de sus estrellas cautivaron a Florencia durante su estadía en base Marambio.

“Otra experiencia inolvidable fue viajar en helicóptero. Mirar la zona desde lo alto te permite dimensionar el paisaje, ver al Irízar realizar las actividades de carga y descarga entre la inmensidad de los icebergs….”, recuerda.

Y, entre tantas imágenes, destaca la presencia del sol en los cielos antárticos: “Cuando llegué en diciembre, era siempre de día. A las dos o tres de la mañana quizás, el sol tocaba el horizonte, pero nunca se hacía de noche. Y sorprende cómo, con el correr de los días, eso va cambiando, al punto que a principio de mayo las horas de día son solo ocho; a las 16 aproximadamente ya oscurece. Ni hablar del cielo, la falta de polución permite ver la vía láctea, las estrellas fugaces, los satélites. Es algo único”.

Del lujo de una ducha caliente al compromiso antártico

Entre las cosas que más se extrañan en la Antártida, además de los afectos, la entrevistada menciona la ducha caliente. Y explica que el agua se cuida muchísimo, por lo cual podían bañarse día por medio (lunes, miércoles y viernes) y durante cinco minutos.

“Llegó un momento en que las lagunas se congelaron y no había suficiente nieve como para poder utilizarla en los baños, entonces había que ser más cuidadoso todavía. Pasamos de lavar ropa todas las semanas a hacerlo dos veces al mes. La verdad es que uno se va adaptando a lo que ofrece el ambiente. Al volver lo primero que hice fue darme una ducha caliente,  larga y después comer una hamburguesa”, cuenta la pediatra.

“Me voy a postular para una nueva campaña”, aseguró Tedeschi, y espera poder ir a base Esperanza, donde hay niños.

Acerca de su regreso a la Ciudad de Buenos Aires, el 6 de mayo, Florencia se ríe al destacar que la recibieron la humedad y los mosquitos. “Pensá que allá no hay ningún tipo de insecto”, comenta. Sin embargo, aclara que hablando en serio, lo que más extraña es la paz que se siente y a sus compañeros.

Sin dudarlo, considera que fue una experiencia maravillosa y por eso ya está pensando en volver. “Siento que es importante llevar un poco de Patria a ese lugar tan recóndito. Me hace feliz aportar mi granito de arena”.

En cuanto al futuro, piensa seguir formándose en pediatría y su objetivo es regresar a la Antártida, pero esta vez a invernar.Me voy a postular para una nueva campaña y esta vez me gustaría ir a la base Esperanza, porque es la única en la que viven familias y hay chicos”, finaliza.

 

Susana Rigoz
Fuente de esta noticia: https://defonline.com.ar/ciencia-tecnologia/antartida-el-singular-dia-a-dia-de-una-medica-pediatra-en-la-base-marambio/

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