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Vie. Sep 27th, 2024
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Parece mentira, pero cada día que pasa, los líderes políticos dicen más mentiras. Este fenómeno ocurre en pleno siglo XXI donde se ha dado el mayor y más rápido desarrollo de las multiplataformas instantáneas de comunicación, que, se supone, permiten corroborar si lo que se dice está apegado realmente a la verdad, en cuestión de minutos y en algunos casos, segundos.

Estas mentiras se multiplican por doquier hasta que se van convirtiendo en verdad; más bien, en posverdad. Con ellas, muchos gobernantes y aspirantes a serlo, fortalecen narrativas que, en lugar de ganar apoyos políticos, generan fanatismos similares o peores a los del mundo deportivo o religioso. Este factor deriva en un deterioro constante de la democracia, porque va sustituyendo la libre discusión de las ideas por los fanatismos generalizados y el apego dogmático a lo que digan los líderes. La democracia va muriendo en tanto y cuanto, proliferen las posverdades que tienen raíces muy emocionales y para nada, científicas.

Si el fanatismo va ganando terreno en el ejercicio de la política se debe fundamentalmente a la proliferación de posverdades. De mentiras orquestadas y manipuladas por sofisticados laboratorios de información quienes, con ayuda de determinados “influencers de opinión” divulgan a mansalva temáticas sin ninguna base de racionalidad, pero si, con una apelación clave a los sentimientos y emociones de las personas. La apelación al miedo, a la vanidad, a la culpa, al amor, al nacionalismo, entre otros, provocan actitudes “irracionales y despersonalizadas” cuyas consecuencias son terribles para la convivencia democrática y la sana práctica de los contrapesos institucionales.

Decir, por ejemplo, que los haitianos se “comen a las mascotas de los vecinos” sin presentar pruebas contundentes para demostrar la aseveración es una vulgar estrategia de construcción de una posverdad para alcanzar fines electorales. O, aseverar que “todos los musulmanes están violando mujeres hindúes” es una forma de contraponer a un pueblo contra otro con fines dramáticamente políticos.

Las consecuencias de este tipo de posverdades terminan siendo demasiado criminales y destructivas; en no pocas oportunidades, hasta causantes de atroces genocidios. Recordemos a la Alemania nazi en contra de los judíos y más recientemente, el intento de exterminio en Ruanda en la década de los noventa, cuando el gobierno hegemónico Hutu trató de desaparecer a la población de origen Tutsi.

En estos casos que concluyeron en genocidios, la construcción de posverdades sirvió para “justificar el odio” y proceder con la irracionalidad desatada de unos contra otros. Desde algunos medios de comunicación se enviaban mensajes señalando al otro pueblo de prácticas inhumanas, canibalismo, violación y tortura de niños y mujeres, entre otros temas sin ningún soporte real; solo la emoción y el odio. Imagínense ustedes entonces, el gran riesgo que corre la democracia actual con la amenaza de la utilización de posverdades.

En el debate global entre democracia y autoritarismo es necesario desnudar con creces la proliferación de posverdades. Aunque las maquinarias comunicacionales y estratégicas son demasiado sofisticadas, el mundo actual, no puede darse el lujo de perder esta batalla. En las últimas décadas, geopolíticamente, naciones que tienen gobiernos abiertamente autoritarios, han logrado impulsar brechas de apoyo popular a las democracias.

Especialmente los jóvenes de hoy tienen serias dudas acerca de la factibilidad de los sistemas políticos democráticos; estas dudas, si bien tienen algún soporte en el mal desempeño que muchos gobiernos han tenido en materia de resultados concretos en economía y bienestar social, también son catapultadas por cajas de resonancia comunicacionales orientadas y promovidas estratégicamente, por gobiernos que no les importa la voluntad general de las poblaciones sino sus avances geopolíticos y geoestratégicos globales. La democracia de la posverdad puede convertirse en un verdadero boomerang que impacte nuestro modo de vivir en libertad.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Sistemática electoral: una clave de la democracia

Piero Trepiccione
Fuente de esta noticia: https://efectococuyo.com/opinion/la-democracia-de-la-posverdad/

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