Tu matrimonio se trata de Cristo: Consejos para recién casados

El matrimonio es un regalo de Dios y debe representar la relación que Cristo tiene con la iglesia (Ef 5:32). Dios dijo desde el principio que no es bueno que el hombre esté solo (Gn 2:18) y por eso creó el matrimonio para que un hombre y una mujer vivieran en perfecta unidad (Gn 2:24).

Al meditar seriamente sobre esto, nos damos cuenta de que realmente es una meta imposible de lograr, porque hablamos de dos pecadores egoístas viviendo juntos. A menos que el enfoque y dedicación de cada uno esté en Dios.

El mejor consejo y dos mitos para derribar

Después de más de cuarenta años de matrimonio, concluyo que de todos los consejos que podría dar el más importante es recordar que la unión matrimonial no se trate de la pareja, sino de Cristo. Él es y debe ser mantenido como el centro y la razón de dicha unión, porque si no es así, tan pronto lleguen las pruebas y dificultades, las discusiones y las tribulaciones, reaccionaremos ante ellas de maneras pecaminosas.

El propósito de Dios para el matrimonio es una meta imposible de lograr hoy, a menos que el enfoque de cada uno esté en Dios

Además, debemos reconocer que existen algunos mitos que aceptamos subconscientemente, pero que necesitamos derribar. El primero de ellos es que el matrimonio es para hacernos felices. En realidad, el propósito de Cristo para el matrimonio no es que seamos felices, sino hacernos santos, y en ese proceso —de buscar glorificar a Cristo— la felicidad y, aún mejor, el gozo llegarán.

Otro mito que necesitamos destruir es que el propósito de la unión matrimonial es para realizarnos como personas. Esto suele ser imposible de cumplir porque cada uno tiene una idea diferente de lo que significa «realizarse», mientras que en el matrimonio las metas de los dos necesitan converger y convertirse en una. Necesitamos dejar atrás nuestras metas individuales y buscar la meta que Cristo tiene para el nuevo equipo. El matrimonio es tomar y dejar; ya no somos dos personas, sino una entidad que busca glorificar a Cristo en su caminar.

Tres consejos para prepararse para las dificultades

Aunque ambos cónyuges tenemos defectos, son difíciles de notar antes de casarnos, pero con el paso del tiempo esas diferencias que habíamos ignorado comienzan a tomar importancia. Algo que vimos como «insignificante» se puede volver un monstruo que invade nuestra mente. Además, el hombre y la mujer son diferentes no solo físicamente, sino en muchas áreas de sus vidas. Nuestra manera de pensar, de actuar y de hablar suelen ser de muchas maneras opuestas, algo que es necesario para que nos complementemos el uno al otro.

Me llama la atención el término «luna de miel», que solemos oír frecuentemente. Con «miel» se refieren a la ternura y el placer que experimenta la pareja recién casada y con «luna» se refieren a la naturaleza fugaz de esa misma dulzura. Al entrar en el matrimonio es importante entender que este estado es temporal porque, aunque las emociones placenteras sean fuertes y se sientan como que nunca desaparecerán, la realidad es que los tiempos cambian y las dificultades llegan.

Si el pensamiento de cada uno está en lo que «yo quiero» y no en lo que «Dios quiere», nuestro matrimonio irá camino a la deriva

Según sembremos las raíces en los primeros años, así crecerán las ramas en los años futuros. Así que, aquí te comparto otros tres consejos para trabajar en las raíces desde el inicio de tu matrimonio.

Primero, como dije más arriba, que nuestra meta común sea glorificar a Cristo. La meta de Dios es que nuestro matrimonio brille en un mundo de tinieblas. Si el pensamiento de cada uno está en lo que «yo quiero» y no en lo que «Dios quiere», nuestro matrimonio irá a la deriva.

Segundo, aunque suene obvio, el respeto es vital en la unión matrimonial. Necesitamos comprometernos a tratarnos mutuamente con el respeto que merecemos por ser creados a la imagen de Dios (cp. Stg 3:9-10). Si no hay respeto, las mismas cosas que nos atraían antes del matrimonio —esas cosas diferentes que vimos como interesantes— son las que nos molestarán en lo cotidiano después de casarnos.

Además, cuando cada uno desea algo distinto a lo que desea su cónyuge y es necesario tomar una decisión, se vuelve vital saber cómo conversar al respecto y argumentar sin herir al otro. Por eso Dios nos dijo a través de Pablo:

Mientras Cristo sea nuestro norte, Él sostendrá el cordel. Enfocarse en Cristo y vivir por Él es el secreto de un matrimonio feliz

Lo que nos lleva al tercer consejo: estar dispuestos a perdonar. Perdonar rápidamente (Ef 4:26), sin guardar rencor, nos ayudará a tener el amor que cubre una multitud de pecados (1 P 4:8). A medida que aprendes a trabajar en equipo y no individualmente, venciendo las pruebas como equipo, la confianza mutua aumentará.

El secreto de un matrimonio feliz

Como el propósito del matrimonio es representar a Cristo y a Su iglesia, tan pronto caminamos hacia el altar nos convertimos en el blanco de Satanás. La luna de miel o los primeros años del matrimonio es un regalo de Dios que necesitamos utilizar para fortalecernos contra los ataques de nuestro enemigo.

El hombre más sabio, Salomón, nos advirtió: «Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo, / Dos lo resistirán. / Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente» (Ec 4:12). Mientras Cristo sea nuestro norte, Él sostendrá el cordel. Enfocarse en Cristo y vivir por Él es el secreto de un matrimonio feliz.

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