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El Yasuní, un santuario para delfines rosados en la Amazonía

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Este cetáceo de agua dulce, en peligro de extinción, es una codiciada presa de caza para atraer el amor y, a la vez, servir de carnada.

El color rosáceo es su rasgo más particular respecto a sus parientes de aguas saladas.

En el frondoso corazón del Parque Nacional Yasuní, en la Amazonía de Ecuador, el delfín rosado del Amazonas tiene un santuario natural en el que refugiarse de su propio mito, ése que ha puesto a este cetáceo de agua dulce en peligro de extinción, por ser una codiciada presa de caza para atraer el amor y, a la vez, servir de carnada.

Es en la confluencia de los ríos Cocaya y Aguarico, muy cerca de la frontera de Ecuador con Perú, donde se ubica el paradisíaco enclave que permite apreciar a los ejemplares de esta icónica especie nadar con gracilidad, juguetear y alimentarse incluso de la mano de los visitantes que llegan al centro de turismo comunitario Yaku Warmi.

En este espacio de 20.000 hectáreas de selva virgen, regentado por 40 familias de la comunidad de Martinica, en la amazónica provincia ecuatoriana de Orellana, los delfines rosados son los reyes, valorados para ser contemplados en vida, y no cazados por su carne o por su manteca (grasa), a la que se le atribuye sin sustento propiedades afrodisíacas.

Su color rosáceo es su rasgo más particular respecto a sus parientes de aguas saladas, pero también se diferencia por tener los ojos más pequeños, las aletas más cortas y un hocico mucho más largo y puntiagudo para procurarse comida de las aguas turbias y el lecho fangoso del río.

También cuenta con un mayor número de vértebras que le da mayor facilidad para mover entre las raíces y vegetación acuática un cuerpo que puede medir hasta 2,8 metros de longitud y pesar 280 kilos.

Aunque científicamente lleva el nombre de «inia geoffrensis», el delfín rosado es conocido popularmente como bufeo o boto. Su figura está rodeada de un aura mística, al formar parte de la cosmología amazónica cuya cultura comparten principalmente países como Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, pero también Venezuela y Bolivia.

Es en la confluencia de los ríos Cocaya y Aguarico donde se ubica el paradisíaco lugar que permite apreciar a los ejemplares de esta icónica especie en estado natural.

Mitología

Son numerosos los mitos extendidos prácticamente en toda la Amazonía que tienen a este animal como protagonista, capaz de adquirir apariencia humana, ya sea de hombre o de mujer.

Probablemente el más popular es el que se transforma en un hombre «gringo», de piel rosada, robusto y sobresalientemente apuesto.

Con ese aspecto irrumpe en las verbenas de las comunidades ribereñas para seducir a la mujer más bella del lugar y, con su irresistible personalidad y sus dotes para el baile, el mito cuenta que la mujer queda hechizada de ese ser sobrenatural que, en medio de la algarabía y la música, se la lleva al río.

Amenazado

Esta fama de empedernido seductor es su perdición, al volverse objeto de caza para obtener su manteca y elaborar la «pusanga», que se vende sin ningún rigor científico como un ungüento casi mágico para que la persona que te gusta caiga rendida a tus pies, mientras que en Brasil también se caza para utilizarlo como carnada para pesca.

A la caza se suma la contaminación ambiental de los ríos, especialmente la provocada por derrames de petróleo y por la minería ilegal, que vierte al agua residuos como el mercurio.

«La humana es la amenaza más latente», confirma a Efe el coordinador general de Turismo del Gobierno Provincial de Orellana, Vinicio Gómez, quien recuerda que desde 2019 el delfín rosado del Amazonas está en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como una especie «en peligro».

Refugio de vida

«En la comunidad de Martinica, donde manejan el CTC Yaku Warmi, están en esta lucha constante para hacer un refugio de vida para esta especie», señala Gómez, al presentarlo como una alternativa a otros puntos de Ecuador también famosos por el avistamiento de delfines rosados, como la Laguna Grande de Cuyabeno.

«Este espacio se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la provincia de Orellana», resalta el funcionario, pues es parte de la «Ruta al Yasuní», que recorre a través del río Napo distintas comunidades desde la ciudad de Francisco de Orellana, también conocida como El Coca, hasta la frontera con Perú.

En este centro también se puede observar al bufeo colorado convivir en perfecta armonía con el delfín gris del Amazonas (sotalia fluviatilis), una especie a la que le toca vivir a la sombra del carisma del que goza su pariente rosado, a la vez que enfrenta las mismas amenazas.

Asimismo, se puede divisar tortugas charapas y serpientes en los troncos que se inclinan sobre las riberas de las vías fluviales, por donde también se pasean diversas especies de monos, como los araña, capuchino y aulladores, que ponen la salvaje banda sonora a esta estampa de naturaleza cruda y cautivadora de Ecuador. EFE

A diferencia de los delfines de mar, aparte de su color, tiene los ojos más pequeños, las aletas más cortas y un hocico mucho más largo.

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