El Tribunal Constitucional emitió una sentencia para que Mario Aguilera asuma la suplencia del gobernador Luis Fernando Camacho, mientras dure su detención en el penal de Chonchocoro donde permanece hace un año. La determinación provocó un torbellino en la Gobernación, la cordura parece estar extraviada y es urgente recuperarla por el bien de Santa Cruz.​

La sentencia de última hora del Tribunal Constitucional responde a una demanda de acción de cumplimiento que presentaron asambleístas del Movimiento Al Socialismo en enero del año pasado. Dos meses después, la Asamblea Legislativa aprobó una ley que reglamenta las causas de ausencia temporal del gobernador. Claramente lo hizo porque se había presentado el recurso y porque se pretendía minimizar los riesgos. Sin embargo, cuando no hay una búsqueda activa de solución de un problema, generalmente la resolución llega de todas maneras y, muchas veces, por donde menos se la espera.

La prematura fisura entre el gobernador Luis Fernando Camacho y el vicegobernador Mario Aguilera emergió antes de la detención del primero. Recuérdese el llamado decretazo cuando Camacho pretendió aprobar una norma para que sea un funcionario y no el segundo al mando quien lo reemplace durante un viaje que debía realizar. Ahora ya no es una fisura sino un abismo lo que los separa. Y lo curioso es que trabajaron juntos en el Comité pro Santa Cruz y después hicieron juntos la campaña que les dio a ambos el triunfo en Santa Cruz.

El entorno de Luis Fernando Camacho ha copado las decisiones de gestión y argumenta que lo hace por orden del gobernador preso, quien semanalmente recibe al asesor Efraín Suárez y firma normas. Es así que se afirma que Camacho nunca dejó de ser gobernador, a pesar de estar preso en el departamento de La Paz. Aguilera quedó marginado y ocupado en los debates sobre la metrópoli. Hace un par de semanas denunció que la Asamblea Legislativa Departamental pretendía aprobar una norma para restarle atribuciones y competencias. El divorcio es claro y ya nadie pretende disimularlo.

Por su lado, el presidente del Comité pro Santa Cruz asegura que la fractura debilita a Santa Cruz y ha intervenido para ser el ente conciliador entre Aguilera y el presidente del Legislativo departamental, Zvonko Matkovic.

Lo cierto es que la pugna de poder está copando el espacio y ganando frente a la planificación departamental y frente a la estrategia cruceña con miras al Censo de Población y Vivienda, a la conservación de los recursos naturales, a la crisis judicial y a tantos problemas que tienen que ver con la región más poderosa y contestataria del país. ¿Quién gana con esto? Pues nadie. Podemos afirmar que todos pierden y, sobre todo, pierde la región.

No ha sido agradable ver a una asambleísta tocando la puerta de la oficina del vicegobernador, que la cerró ante una eventual intervención. Tampoco ayuda ver a las autoridades departamentales agrediéndose en la escena pública.

¿Es acaso tan difícil imaginar que si Aguilera asume la suplencia pueda coordinar las acciones con el gobernador Luis Fernando Camacho? ¿A qué se debe tanta inquina y falta de acuerdos entre quienes fueron tan cercanos?

En numerosas ocasiones autoridades y personalidades cercanas al gobernador mencionaron la importancia de que Santa Cruz no se olvide del sacrificio de Luis Fernando Camacho, preso en Chonchocoro, incomunicado y alejado de su familia. La masiva caravana del 28 de diciembre demostró que esta autoridad está presente en la mente y en el sentimiento de los cruceños. De eso no cabe duda. Pero no es posible que se siga con tanta pelea interna. Es un pésimo precedente para los ciudadanos que aún creen en sus líderes y que deploran ver la guerra pública.

El llamado del Comité pro Santa Cruz a Zvonko Matkovic y a Mario Aguilera es muy oportuno. Es necesario devolver la serenidad a las autoridades y transmitir mensajes de fortaleza y unidad a la ciudadanía. A la larga, la inquina y la confrontación dividen y debilitan. Y eso no está permitido, no en un año de tanta actividad política en la que Santa Cruz debe ser protagonista.